En un tazón se encuentra el universo,
dulzura y magia en perfecto compás;
la nata fresca inicia el gran verso,
cremoso manto de aroma y solaz.
El coco rallado, copos de nieve,
baila ligero con su suave andar;
se mezcla con piña que dulce llueve,
trocitos de oro que invitan a amar.
Naranjas brillan como luceros,
jugosos besos del edén fugaz;
las cerezas rubí, fulgor sincero,
adornan sueños en su rojo paz.
Malvaviscos tiernos, nubes celestes,
dan textura al cielo de cada bocado;
se hunden suaves, con gozo se revisten,
y llenan la mesa de un canto encantado.
Las almendras crujen bajo la risa,
su crocante fuerza da vida al festín;
y el néctar dulce, que al todo improvisa,
une sabores como un buen clarín.
Se sirve la ambrosía, fresca y divina,
corona en la cena de gran esplendor;
cada cucharada la fe ilumina,
y en cada bocado renace el amor.