César Vallejo

Trilce XXVI

El verano echa nudo a tres años
que, encintados de cárdenas cintas, a todo
                     sollozo,
aurigan orinientos índices
de moribundas alejandrías,
de cuzcos moribundos.
 
     Nudo alvino deshecho, una pierna por allí,
más allá todavía la otra,
                     desgajadas, y
                     péndulas.
Deshecho nudo de lácteas glándulas
de la sinamayera,
bueno para alpacas brillantes,
para abrigo de pluma inservible
¡más piernas los brazos que brazos!
 
     Así envérase el fin, como todo,
como polluelo adormido saltón
de la hendida cáscara,
a luz eternamente polla.
Y así, desde el óvalo, con cuatros al hombro,
                     ya para qué tristura.
 
     Las uñas aquellas dolían
retesando los propios dedos hospicios.
De entonces crecen ellas para adentro,
                     mueren para afuera,
                     y al medio ni van ni vienen,
                     ni van ni vienen.
 
     Las uñas. Apeona ardiente avestruz coja,
desde perdidos sures,
flecha hasta el estrecho ciego
                     de senos aunados.
 
     Al calor de una punta
de pobre sesgo ESFORZADO,
la griega sota de oros tórnase
morena sota de islas,
cobriza sota de lagos
en frente a moribunda alejandría,
a cuzco moribundo.
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