César Vallejo

Trilce XLII

Alfombra
Cuando vayas al cuarto que tú sabes,
entra en él, pero entorna con tiento la mampara
que tánto se entreabre,
casa bien los cerrojos, para que ya no puedan
volverse otras espaldas.
 
Corteza
Y cuando salgas, di que no tardarás
a llamar al canal que nos separa:
fuertemente cogido de un canto de tu suerte,
te soy inseparable,
y me arrastras de borde de tu alma.
 
Almohada
Y sólo cuando hayamos muerto ¡quién sabe!
Oh nó. Quién sabe! entonces nos habremos separado.
Mas si, al cambiar el paso, me tocase a mí
la desconocida bandera, te he esperar allá,
en la confluencia del soplo y el hueso, como antaño,
como antaño en la esquina de los novios
ponientes de la tierra.
 
Y desde allí te seguiré a lo largo
de otros mundos, y siquiera podrán
servirte mis nós musgosos y arrecidos,
para que en ellos poses las rodillas
en las siete caídas de esa cuesta infinta,
y así te duelan menos.
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