Lo estúpida que fui por mi vergüenza
¿por qué razón, tan libre voy de genio?
Así dudaba de mis pensamientos.
Habiendo vuelto más madura y sobria...
ya quiero estar y hablar con mis amigos,
ya solo sus palabras son tan dulces,
amenas y agradables para mí.
Anoche tuve un sueño, me agobiaba,
dejándome apurada y torturada.
Mi juicio me arde con los sentimientos
del tiempo libre y de sus vacaciones.
Y tan amables son mis camaradas...
Podrían hoy reunirse en un café
cercano al metro en mi Avenida hermosa,
Vernadsky ¿dónde más habitaría?
Allí a las cinco en punto es el encuentro,
reunidos, bendiciendo la belleza,
en vuestros rostros, grito de ternura
que sale alzado desde mi laringe.
Y como antaño, hermosos versos, cantos...
ya las guitarras suenan encantadas.
Despierto y me apresuro a ese café,
guardando la chapela en esta manga,
desconociendo dudas del vacío.
Recuerdo claramente el sueño obscuro:
Te pido que coloques una mesa
puntual, con cinco tazas en Vernadsky,
espero mucho tiempo y veo gentes,
la vida de personas que ya arrojan
de repente las olas de mi calle
a mi isla solitaria y tan desierta...
Así que tuve que apropiarme todo,
de las noticias, conocer secretos
de gentes y el discurso de sujetos
de codos escondidos y afilados.
Un asesino de chaqueta gris
entró y su víctima lo acompañaba,
recuerdo bien la extraña conversación:
Y dijo así el primero:—Mira aquí
está mi mano, pero igual ya deja
el vino, no repitas esos vasos...
Y luego se paró de pie el segundo:
—Perdón amigo por el descontrol...
Y yo le pregunté al que se empinó:
—Acaso no eres el que se quitó
ya un tiempo la cabeza y va perdido,
¿alguna cosa nuevamente ocurre?
—Me dijo:—Soy un cautivo de ataduras,
de amarras anteriores, voy con miedo.
Mi niña, sueña conmigo en las noches...
Me di la cuenta que tengo miedo
de estar tan sola como mi isla, muerta...
Amigos, nuestra unión es tan hermosa.
¡Oh, ten piedad!, ya sé que no hay promesas.
Completamente sola, como Duncan
y su bufanda en esa rueda, presa.
Aprisionada en la orden de censura...
Exijo la misericordia y ruego...
Y, sin embargo, mientras queden versos,
por escribir poemas, no les miento.
Y no les mentiría si vinieran,
me hablaran y dijeran que el reloj
lo llevo apresurado en el horario...
Mi mente fue tan pura allá en Vernadsky,
las seis en punto en esta mi avenida...