Desgarro mi garganta en gritos ahogados que sucumben ante la realidad. Mis ojos se tiñen de rojo, no sé si por el sueño o por la sangre que cae de mi corona. Ésta tiñe mi cuerpo de un colorado vino y me devuelve semejante a un recién nacido. Irónico y cíclico que haya tanta sangre en mi nacimiento como en mi muerte.
Celebren, bailen, canten. Hagan un festín con mi cuerpo, tienen mi consentimiento.
Abusos y muertos vienen en forma de fantasmas a atormentarme. Gritan nombres, pero no reconozco si alguno es el mío. Ellos son grises como yo, yo soy gris como ellos, ¿Me convierte eso en fantasma? En el fondo es lo que todos somos hasta que no encontremos el porqué del vivir.