Toti Draco

SIENTO

El vivir sumido a esta nostalgia me atormenta, es una gélida estalactita que cae cortando el aire sobre mis hombros. Me abraza en su negrura, tétrica e incalculable, y anida entre matorrales de las culpas en lo más recóndito de mi espíritu.
Es como ese borracho molesto en la fiesta de mi vida, que por más que intento quitármelo de encima, no se va aunque sacuda la cola como las vacas ahuyentan sus moscas.
Me manipula, me deja tendido y maniatado sobre mi lecho y me fornica aunque yo no tenga ganas, pero así y todo, me deja una enseñanza.
Regresa y regresa, como esas avispas que, por más que quite su nido de barro, vuelven a mi mente.
Es un espectro que se aparece en mi trabajo, con mis amistades y viaje a donde viaje, se posa frente a mi.
Sustancia pegajosa que se impregna en mi cuerpo, ingresando por mis poros y viajando por mis caudales.
Tal vez pueda exorcizarla con la luz del sol, pero la soledad tomará su puesto, el viento y su sintonía fina me hará llegar sus notas de frialdad y abandono.
Entretanto yo viva, tomaré nota de todo lo que pueda servirme de ella y la disfrutaré, me sumergiré en sus entrañas y edificaré allí mi palacio, mi fortaleza. A fin de cuentas... ¿Quién no conoce la nostalgia y la soledad? Luego de tomarnos por el cuello y apretar, súbitamente nos suelta y respiramos nuevamente para descubrir que se han ido, de la misma manera que aparecieron. Luego esa sensación de sosiego, un alivio cálido y tierno como caricia, que nos regala alas y nuevamente emprendemos vuelo

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