Sin culpa al desearte el mal
No perdonar también está bien
Leí nuevamente los escritos que me enviaste, tus inútiles intentos de poesía.
“Espero algún día puedas perdonarme”, dice uno de ellos,
pero siento una extraña satisfacción al afirmar que, a pesar de que han pasado años no te he perdonado, pues todo lo que me hiciste no tiene perdón.
Detesto recordarte y tener miedo de encontrarte accidentalmente entre las multitudes algún día, porque sigues atormentándome cual fantasma, que para mí está muerto, pero sigue apareciendo en mi mente.
Y esto no es nada romántico, porque cuando me pregunto cómo estás solo deseo que seas más miserable de lo que ya eras, que hayas engordado y te estés quedando calvo, y ya no me siento culpable por ello.
