De «Un (casi) poema (malo) al día»
Le lanzo piedras a la luna a dios a mi sombra a todo lo que se mueve. Le lanzo piedras al agua empozada
La noche en altas dosis envenena.
No importa cuántas horas pasen entre poema y poema. La poesía no sabe leer el reloj.
Vivimos tiempos difíciles, ser uno mismo es la revolución.
siguen impunes como si partir
No me consta que soy yo el que dic… Habrá que ver qué dice la historia y qué la literatura. Y qué yo.
Me da lástima tu sangre cuando cor… sin ritmo ni prosa hacia cualquier… Me doy golpes de pecho por no pone… vieja y desportillada para que no… La otra noche tu muerte me importo…
duele mi costado algo sale de mi pecho soy yo en otro cuerpo
despierto de un sueño extraño dentro de mi otro yo sembré a otro yo
Quienes me ven en la calle no sabe… Aún no es hora de encerrarme.
Desperté dentro de Sergio Marente…
No importa quiénes sean los comensales al otro lado del libro. La poesía no sabe dar de comer.
La veo acercarse, por mí. Sin traje de gala arrima, sin armas. De albo fulgoroso viste sus negras empresas. La veo cada noche, en mi cama,
pueden leer como quieran no
—¿Por qué vistes de negro? —Es el duelo. —¿Por alguien? —Con alguien. —¿Quién?