Aunque nunca alcance la edad de tus alerces
ni recorra tanto paisaje como tus ríos
te conozco desde mis pies llenos de barro
hasta la cintura de tus cerros olvidados.
Testigo de un lago de luciérnagas a medianoche
cómplice de las hojas y su remolino interminable
autor de sombras en la neblina de tus calles.
Abril nunca escogió al azar el desvestir
febrero fugaz a veces quiere ver llover y
agosto ronronea siempre sobre los techos de zinc.
Por eso, he decidido vivir mi andar en ti;
fotografía de un espejo celeste en la luna
arcoíris indeciso de paisajes cromáticos
sol lleno de raíces desenredando nubes
eco de estrellas a la orilla de tu cielo
valle profundo de un respiro interior
otoño fortuito de bandurrias y queltehues
rumorean el destino de los pasajeros
a la espera del último tren de la memoria.