Sandra Chapado García

LA DUCHA COMO VÍA DE ESCAPE

Es el aburrimiento existencial. Es la repetición constante de los mismos hábitos. Es el no saber qué hacer lo que me hace acudir a la ducha de manera casi compulsiva. En un mismo día puedo ducharme tres o cuatro veces... no porque tenga suciedad en mi cuerpo sino en mi alma. Si, me ducho repetidamente para limpiar mi interior que está sucio y abandonado, pero sobre todo herido. Me ducho para sanar la herida que me crea el vivir. Me ducho, quizás, para curar heridas del pasado. Cuando me ducho, siempre me mojo la cabeza. Tengo la sensación, así, de que libero mi mente de la pesada carga de la rutina, del sinsentido de la vida, del tedio profundo que me invade. No quiero salir de la ducha. Aquí dentro es el único sitio donde soy feliz, donde estoy a gusto, donde estoy en paz, donde no pienso demasiado. La caída del agua, su sonido, me distrae de mis pensamientos y bailo y canto mis canciones favoritas. Me evado ahí dentro, pero llega la cruel realidad que me atormenta: “sal de la ducha, estás gastando mucha agua y van a venir unas facturas enormes”. Apago el grifo, me pongo el albornoz mientras pienso en la vida de mierda que tengo... otra vez ese pensamiento obsesivo fustiga mi cabeza. Y me toca seguir con la triste y gris monotonía que es mi vida. Me toca seguir luchando por que me guste vivir.

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