El lamento del abatido (el primer poema)
"¿Por qué no admitirlo? Sentí que se me partía el corazón".
Lo que queda del día (1989), Kazuo Ishiguro
AL
Se desprendió el tallo de una glicina de sueños
Un muro de esperanza se hizo escombros de apatía
En tenues aguas de tristeza
¿Por qué no puedo ver mi imagen?
¿La desesperanza acaso enturbió mi reflejo?
Una helada brisa melancólica que golpea mi rostro
No me permite reposar abrazado a mi derrota
Dígale a esta insaciable culpa que renuncie a su estadía
Que no insista en torturarme con lo que pudo haber sido
Para que luego el maldito amanecer
Nazca para recordarme
Que al ocaso seguiré sollozando por su ausencia
¡Oh, si usted regresara!
Mi alma inhóspita sonreiría
Extinguiría, matafuegos, las flamas de su adiós
Encabezado: El incendio de noche (1793), Francisco de Goya
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