Joaquín Sabina

Ciudadano cero

Sé de nuestro amigo
lo que andan diciendo
todos los diarios.
Está usted perdiendo
su tiempo conmigo,
señor comisario.
Era un individuo
de esos que se callan
por no hacer ruido,
perdedor asiduo
de tantas batallas
que gana el olvido.
Yo no les pregunto
nunca a mis clientes
datos personales,
me pagan y punto…
¡Pasa tanta gente
por estos hostales!…
Nunca dio el menor
motivo de alarma,
señor comisario,
nadie imaginó
que escondiera un arma
dentro del armario.
Ciudadano cero,
¿qué razón oscura te hizo salir del agujero?,
siempre sin paraguas, siempre a merced del aguacero.
Todo había acabado cuando llegaron los maderos.
Aquella mañana
decidió que había
llegado el momento.
Abrió la ventana
rumiando que hacía
falta un escarmiento.
Cargó la escopeta,
se puso chaqueta,
pensando en las fotos.
Hizo una ensalada
de sangre, aliñada
con cristales rotos.
Dejó un gato cojo
y un Volkswagen tuerto
de un tiro en un faro;
no tuvo mal ojo,
diecisiete muertos
en treinta disparos.
Cuando lo metían
en una lechera,
por fin detenido,
“ahora –decía–
sbrá España entera
mis dos apellidos”.
Ciudadano cero,
¿qué razón oscura te hizo salir del agujero?,
siempre sin paraguas, siempre a merced del aguacero.
Todo había acabado cuando llegaron los maderos.

Juez y Parte (1985)

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