Fue el choque del centauro y del infante,
fue el encuentro brutal, fue la porfía
del impulso cargado de energí
con la tranquilidad más arrogante.
Fue una bélica música vibrante,
fue la voz del clarín en rebeldía,
que tocando a degüello parecía
un formidable grito de ¡adelante!
Vibró la nota lastimera y larga.
Requirieron la brida los jinetes;
emprendió la legión de la victoria
con galope frenético la carga...
iy el huracán de cascos y machetes
descerrajó las puertas de la gloria!