El ciervo huele el viento y se escabulle
si el hábil cazador su flecha alista.
Se marcha al bosque espeso, adonde asista
aquella paz sin flechas del que huye...
El corzo escapa raudo porque intuye
el riesgo de beber tan a la vista,
y aún así, que al agua se resista
imposible será. El río fluye
y la huída es camino tan incierto
que, cuando el ciervo aleja, su premura
se olvida toda sed allá en la fuente...
que sin el cazador está desierto
el lago, el susto, el don de la espesura,
y que habrá de volver a la corriente.