Hoy escuche llorar una guitarra.
Fue desolador escucharla tocar tu nombre.
Quise acompañarla con mi voz lacrimosa,
Mas ningún tono se afinaba a tu despedida.
Cuéntame tus noches aun diurna la tarde,
Batida por el miedo de tu cautividad.
Por tu recelo es que hoy me rindo,
A los brazos del tiempo donde he de sanar.