«¡Varsovia, Varsovia! Despierta. A ti vuelvo.
Sal a recibirme con tu traje nuevo.
Sal a recibirme, sal, mi dulce amiga.
Más que amiga, hermana, dulce hermana mía.
¿Dónde están tus firmes hombros derruidos?
¿Dónde tu lloroso, desplomado río?
¿Dónde tus heridas, en dónde tu muerte?
¡Varsovia, Varsovia! Vuelvo. Sal a verme.
¡Qué bien que reluce con su traje nuevo
tu otra vez robusto, levantado cuerpo!
¿Quién hundirlo quiso en tu propia sangre?
¿Quién tu corazón del pecho arrancarte?»