Luna mía de ayer, hoy de mi olvido,
ven esta noche a mí, baja a la tierra,
y en vez de ser hoy luna de la guerra,
sélo tan sólo de mi amor dormido.
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Dale en tu luz el reno perseguido
que por los yelos de tus ojos yerra,
y dile, si tu lumbre lo destierra,
que será lana su destierro y nido.
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Tiempos de horror en que la sangre habita
obligatoriamente separada
de la linde natal de su terreno.
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¡Ay luna de mi olvido, tu visita
no me despierte el labio de la espada,
sí el de mi amor, guardado por tu reno!