Porfirio Barba Jacob

Árbol viejo

El árbol que sombrea la llanura
tiene cien años de acendrar sus mieles,
de temblar bajo el júbilo del cielo
alargando sus frutos sazonados,
de escuchar el silencio de la noche,
y de ver a las mozas del camino,
perennemente, sin decirles nada…
 
Los labradores con el hierro al hombro
llegan en la fatiga de la tarde,
y piensan al mirarlo, simplemente:
‘Ya rindió sus cosechas más jugosas,
y ofrece al hacha los desnudos brazos
para el alimento del hogar: cortémosle’.
 
¡Oh inquietud vespertina! ¡Cómo tiemblan
mis carnes cual las ramas sacudidas
del árbol que sombrea la llanura!
Me duele el corazón… En el lejano
horizonte se encienden los hogares,
y con un ritmo lánguido y liviano
parece que sollozan los palmares.
 
Me quedo preguntándome a mí mismo:
¿para qué sirve un irbol? ¿para darle
cuatro varas de sombra al césped trémulo?
¿para temblar bajo el azul del cielo
alargando sus frutos sazonados?
¿para oír el silencio de la noche?
¿para sentir la fiebre de la tierra?
¿para ver a las mozas del camino,
perennemente, sin decirles nada?
 
Me que preguntándome a mí mismo
en la fúlgida noche que desciende
y ella, que en paz sus luminares prende,
dilata mi ansiendad con su mutismo…

(1906)

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