Tras estas letras se refugia un chico de 31 años, un chico cualquiera.
Un privilegiado de haber nacido en una familia que siempre le dio mucho amor y que es el pilar de lo que es.
No fui un estudiante brillante y perdí el tiempo muchísimas veces, pero, sin duda, ese tiempo perdido me sirvió para llegar a donde estoy. Siempre me gustó emprender, he probado miles de cosas, algunas con éxito y otras con fracaso total, pero así es la vida.
Escribir me servía para desahogarme. Soy de esas personas que se guardan las cosas para sí, por eso encontré en la escritura una forma de entenderme, de expresar todo lo que siento con total naturalidad. Es una forma de alivio.
Sin propósito alguno de que lo escrito viese la luz, un día entendí que estas historias no se diferencian de las de cualquier otra persona, por lo que, de una forma u otra, quise compartir estas palabras, por si a alguien le pudiesen servir. Cuando estamos mal, cuando pasamos por una etapa delicada, unas de las mejores curas para esos momentos es la de sentirse escuchado, sentirse entendido, comprobar que no eres la única persona a la que le pasan esas cosas.