César Abraham Vallejo Mendoza (Santiago de Chuco, 16 de marzo de 1892 – París, 15 de abril de 1938) fue un poeta y escritor peruano. Es considerado uno de los mayores innovadores de la poesía universal del siglo XX y el máximo exponente de las letras en Perú.1 Es, en opinión del crítico Thomas Merton, «el más grande poeta católico desde Dante, y por católico entiendo universal» y, según Martin Seymour-Smith, «el más grande poeta del siglo XX en todos los idiomas»
Jorge Eduardo Eielson (Lima, 13 de abril de 1924 – Milán, 8 de marzo de 2006) fue un poeta y artista peruano. Hijo de una ciudadana limeña y de un estadounidense de origen escandinavo. Cuando tenía siete años, fallece su padre. Desde su juventud manifestó su inclinación hacia distintas formas de arte, incluyendo la literatura, las artes visuales y la música. En 1945 gana el Premio Nacional de Poesía con el poemario Reinos.
Blanca Leonor Varela Gonzales (Lima, Perú, 10 de agosto de 1926 - † 12 de marzo de 2009) fue una poeta peruana, considerada como una de las voces poéticas más importantes del género en América Latina. Se inició en poesía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en la capital peruana, donde ingresó en 1943 para estudiar Letras y Educación. Ha sido condecorada con la Medalla de Honor por el Instituto Nacional de Cultura del Perú. Murió el 12 de marzo de 2009 en Lima, a la edad de 82 años.
José Santos Chocano Gastañodi Extraordinario, controvertido, soberbio y tierno. Así fue, a decir de los estudiosos de las letras peruanas, José Santos Chocano, quien nació en Lima el 14 de mayo de 1875. Estudió en el Instituto de Lima y, al poco tiempo, se trasladó al Colegio de Lima el cual dirigía Pedro Alfonso Labarthe. Es común que los escritores, poetas y novelistas se mantengan al margen del campo de las ciencias matemáticas. No obstante, José Santos Chocano fue la excepción porque durante su época estudiantil demostró un apego especial por esta rama, específicamente por el álgebra. Incluso su madre le propuso que fuera ingeniero. "Tengo que confesar que los estudios de letras no me despertaron tanto interés como los de ciencias", escribió en una oportunidad el "poeta de América", quien supo mantener un romance —casi imposible— entre los números y las letras. La historia de Chocano en la universidad más antigua de América, San Marcos, se inició cuando apenas tuvo 14 años de edad. Ingresó a la Facultad de Letras. Pero paralelamente se desempeñó como profesor de Matemáticas en el Colegio Secundario de Lima. Obras y logros Su labor poética se inició en 1895 cuando publicó sus primeros libros: Iras santas y En la Aldea. En España, en donde permaneció desde 1905 a 1908, publicó su obra de mayor representación Alma América. En dicho país frecuentó con Rubén Darío, iniciador y máximo representante del modernismo, Miguel de Unamuno, Antonio Manchado y Amado Nervo por citar algunos renombrados poetas. Publicó también La neblina, Azhares, La gran revista, Los cantos del Pacífico, Cantos de vida y esperanza y muchas otras que originaron comentarios y críticas. La pluma de Chocano se extendió por distintas revistas literarias del Continente americano. En vida fue el poeta más conocido y admirado. Por ello en 1921 lo coronaron Poeta Nacional. Y en alguna oportunidad dijo: "Walt Whitman tiene el Norte, pero yo tengo el Sur". Con esta frase sintetizó y exteriorizó su vanidad, todo lo que sus seguidores le hicieron sentir, para bien o para mal. Póstumamente aparecieron obras como El poema del amor doliente, El alma de Voltaire, Memorias. Las mil y una aventuras, Oro de indias, Libro de oro, Poesías escogidas, entre otras. Vaivenes del poeta La vida de Chocano no fue tranquila ni apacible. Fue llevado preso desde muy joven por escribir contra el gobierno de Andrés A. Cáceres (1894). "Fui el verdadero verbo lírico de la revolución", escribió, luego, este poeta en sus Memorias. Al triunfar la revolución de aquella época, Chocano pudo recobrar su libertad. Pudo respirar más allá de las rejas. Y fue así como lo nombran secretario de Manuel Candamo, presidente de la junta transitoria del gobierno peruano. Iniciaba así una carrera diplomática que lo llevó a visitar numerosos países de América. Estuvo en México cuando estalló la revolución a principios del siglo XX. Una página trágica, por decir lo menos, en la historia de Chocano ocurrió en 1925. En ese año se desató una polémica, o más bien discusión, entre Lugones y Vasconsuelos que terminó en tragedia y en la cual los protagonistas fueron Chocano y Edwin Elmore, defensores de los citados literatos, respectivamente. Al respecto el maestro Luis Alberto Sánchez narra lo siguiente: "Elmore (quien había cometido una indiscreción) salió a buscarlo para cobrar la ofensa. Chocano iba en pos de lo mismo. Se encontraron en la imprenta de El Comercio y Chocano, que andaba armado, usó su revolver para repeler la agresión de Elmore a quien derribó de un disparo en el vientre (31, octubre de 1925)". Por este hecho Chocano estuvo preso, pero tan sólo un año, pues fue amnistiado por el Congreso de la República. Al poco tiempo se fue a Chile para continuar su carrera literaria. Pobre pero lleno de orgullo, como lo refieren sus críticos, murió en el citado país sureño a consecuencia de una puñalada de un orate en 1934. La obra poética de José Santos Chocano llena de imaginación, perdura y se mantiene firme al paso de los años. Referencias UNMSM – http://sisbib.unmsm.edu.pe/BibVirtual/Publicaciones/gaceta/ 2000_n38/art07.htm (Lima, 1875 - Santiago de Chile, 1934). Su vida se vió marcada por una azarosa actividad política. Errante y turbulento, las mil y una aventuras -bajo este título se publicaron póstumamente sus memorias- que llenan la vida de Chocano darían cumplida materia para una novela o una película de intrigas y acción. Acusado de subversión, fue encarcelado a los veinte años. Desempeñó, muy de joven, algunas misiones diplomáticas de su país que le condujeron inicialmente a Centro América (Colombia) y España. De la ciudad de Madrid, donde vivió de 1905 a 1908 (y en la cual recibió la más cálida acogida literaria), tuvo que salir precipitadamente por estar envuelto en ciertos negocios turbios; y a partir de ese momento sus andanzas y malandanzas le volvieron a llevar a numerosos países de América.Fue consejero de Pancho Villa en México. Hizo en los Estados Unidos propaganda ideológica a favor de la Revolución Mexicana; y casi simultáneamente prestaba servicios especiales a un sombrío amigo, el dictador guatemalteco Estrada Cabrera.Condenado a muerte tras la caída de este último, logró el indulto y volvió a su país, donde el dictador Leguía le protegió, hasta que un altercado entre Chocano y el. En Madrid se había dado ya a la práctica de los recitales públicos de su poesía -hecha casi especialmente para ese fin: la declamación-, que luego continuó, y se dice que con grandes beneficios económicos, en las Antillas y otras naciones de la América Central y del Sur. Apenas residió en el Perú; pero allí, pomposamente y según las modas de la época, se le coronó como poeta en 1922. Sus últimos años estuvieron ya definitivamente marcados por el destino trágico al que apuntaba su vivir impetuoso. En Lima, hacia 1925, disparó al joven intelectual y periodista Edwin Elmore, que resultó muerto, el cual venía sosteniendo contra él (pero principalmente contra Leopoldo Lugones) una polémica ideológico-política en la que ninguno de los dos poetas quedaba muy bien parado. A consecuencia sufrió un año de cárcel (antes, y en varias ocasiones, había ido a dar en la sombra); y a la salida de la prisión se trasladó a Santiago de Chile, de donde no regresaría más. Su cálida imaginación le hacía fraguar, y esto de sus años juveniles, negocios fabulosos con los que esperaba amasar una gran fortuna (junto a la poesía, fue ésta la gran vocación de Chocano). Y ahora, en Santiago, se dedicó a la acaso más peregrina de todas estas empresas: la búsqueda de tesoros escondidos. Y un obrero chileno, que al parecer se creía víctima de sus engaños, le dio inesperada muerte a puñaladas. Iba en un tranvía. Buena parte de su obra responde a la ambición de convertirse en el gran poeta épico de Hispanoamérica. A esta vida aventurera se acompaña una obra poética igualmente sostenida por la efusión y la desmesura. Es Chocano, sin duda, el modernista hispanoamericano que más lejos ha quedado de nuestra sensibilidad pues fue la suya una poesía que encarnó, como la de ningún otro coetáneo, esa línea exterior y grandílocua del modernismo que más pronto quedó arrumbado con el tiempo. Se caracterizó por su virtuosismo técnico y sonoro. En rigor, claves suyas fueron algunas actitudes que en principio ocuparon un lugar central en la estética modernista (antes de que ésta comenzara a cuestionarse a sí misma, y a abrirse hacia la más estricta modernidad): el amor a la palabra hermosa, la confianza plena en el lenguaje, el gusto por los ritmos potentes. Mas Chocano estaba dotado de unos robustos pulmones de romántico; pero tal como el romanticismo había sido entendido en la tradición hispánica del XIX, nunca del todo despojada del lastre oratorio de la retórica neoclásica, con lo que todo ello implicaba de una ausencia de lucidez crítica frente al lenguaje y la poesía. Y así este bardo de estro fácil y ubérrimo (bardo es la palabra decimonónica que mejor le cuadra pues los poemas de largo metraje eran en él, parece, cosa de todos los días) llevó aquellas calidades modernistas a un grado notorio de hipérbole y exceso. Y con los instrumentales que de ellos resultaba -la declaración, el énfasis, el tono declamatorio- acarició y practicó la ambición de convertirse en el poeta de América. Y en esta ambición se configura la imagen central de Chocano, y la que de él más se ha sostenido. Dentro del ambiente modernista, su dependencia de Rubén Darío, quizá tenga más afinidad con Salvador Díaz Mirón, por lo rebuscado de sus formas y, en especial, por cierto tono prevanguardista e intelectualista de sus imágenes. De hecho, hay en Chocano una gran variedad de impulsos y modos: subjetivista y épico, decadentista y exaltador de grandezas históricas hispánicas y americanas, etc. Fue aquél un ideal querido y buscado, a veces con una impaciencia casi neurótica, en el continente americano: era necesario a toda costa que surgiese -¡al fin!- el poeta del Nuevo Mundo. No parecía poder serlo Darío, según el dictamen acaso demasiado temprano de José Enrique Rodó, y Chocano se lo propuso abiertamente y entró a saco en el arsenal tópico de América: su geografía y paisaje, la flora y la fauna, la historia y la leyenda, los tipos raciales y criollos. Impostó su voz (no le era difícil), puso al servicio de la causa su férrea egolatría romántica, y zarpó temáticamente a las Indias -dice en «Troquel»- como un Colón del verso. De hecho, así se proclamó: Soy el cantor de América, autóctono y salvaje («Blasón»). Hombre se escasa cultura (se jactaba de no conocer francés ni querer aprenderlo para conservarse "libre de influencias extrañas"), identificaba sorprendentemente América y salvajismo, estimulando apócrifas relaciones de nuestra época no consciente. Hoy sabemos que lo americano, o cualquier categoría de espíritu que abarque un amplia comunidad y un destino histórico, debe buscarse por caminos más secretos y complejos: más sutiles, intuitivos e imponderables -y no por la apropiación mecánica de asuntos y motivos exteriores, en los cuales además no se profundiza. Y podemos ver así el gesto de Chocano, cuando más, como ingenio y equivocado. De todos modos, es de creer que fue sincero; y el encuentro de su egolatría y su asumida temática americanista ha sido descrito justicieramente por Julio Ortega en estos términos: "Muy pronto define [Chocano] su actitud ante la literatura: quiere ser el poeta de un continente, América, y quiere serlo porque en él la persona poética, el insistente yo que desea escribir con mayúscula, se convierte en eje de su poesía, de su idea de la poesía, y porque América le permite desplegar esa primera persona en una dirección en que, pronto, la historia, la raza, el paisaje, confluyen como temas, hacia aquel yo convertido en tema central". Se han notado las naturales influencias que sobre él ejercieron poetas de talante generoso y retórico: la del mexicano Salvador Díaz Mirón, la no siempre benéfica de Víctor Hugo y la emulación (más que influencia) con Whitman. Pues aun quiso parangonarse a éste último: Walt Whitman tiene el Norte; pero yo tengo el Sur, dijo arrogantemente en un verso que muchos entendieron como su lema. Pero no le fue dable apreciar la diferencia esencial; que sin embargo la crítica posterior sí pudo precisar suficientemente. El suyo fue un americanismo de pasatista: vuelto hacia el paisaje y el pasado indígena e hispánico, hacia lo monumental e inmovilizado. El de Whitman, de una grandeza y universalidad de que Chocano carecía, miraba desde el presente hacia el futuro, y era un americanismo vivo y en marcha. No era pequeña la divergencia. Este es el Chocano que alcanzó gran popularidad en su tiempo: el de Alma América y Fiat Lux, libros que lanzados desde Madrid le valieron incluso el reconocimiento de hombres preclaros de esos años (Unamuno, Rodó), empeñados en salvar el espíritu de la hispanidad, que se encontraba seriamente agredido tras el desastre del 98. Muchos poemas de Chocano, como el que titulase «La epopeya del Pacífico», responden igualmente a ese empeño; pero quedan sacrificados en nuestra elección (el lector tiene más a mano los que sobre esa misma voluntad construyó Darío, de mayor hondura de intuiciones y superior maestría artística) en favor del aspecto de su obra que sigue siendo más válido y perdurable: la del poeta descriptivo. Chocano nos dejó, en esos mismos libros, numerosas piezas donde visualizó, de espléndido modo, accidentes y elementos de la geografía y la naturaleza americanas. Con pupila precisa y economía verbales propias de un parnasiano, a la vez que con una palabra menos resonante e imágenes en verdad personales y sugerentes, el peruano alcanzó allí lo más resistente de su obra. Y junto a esas piezas (principalmente sonetos), merecen leerse aquellas otras de inspiración más lírica _«La canción del camino» (en algunas ediciones titulada «Nocturno 18»), «Nostalgia» -donde, si no logra una auténtica hondura, al menos depone su habitual diapasón sonoro y se acerca a un decir más ajustado y entrañable. Se entró también, poéticamente, en la problemática socio-económica del indio («Notas del alma indígena»), en una línea que continúa la tradición iniciada en su país por Manuel González Prada. Y en su poesía última intentó ciertamente un mayor lirismo y una dicción menos rotunda; pero, por curioso modo, no asoma allí el rostro más personal del poeta. Referencias Universitat Jaume – www.ale.uji.es/chocano.htm
Javier Heraud Pérez (Miraflores, Lima, Perú, 19 de enero de 1942 – Madre de Dios, 15 de mayo de 1963), fue un poeta , profesor, guerrillero peruano. Desde muy niño mostró un gran interés por el estudio, lo que se reflejó en el ámbito académico, al ocupar el segundo puesto de su promoción en el colegio Markham, y el primer puesto de ingreso en la Facultad de Letras de la Pontificia Universidad Católica del Perú en 1958. En 1960, aún siendo menor de edad, publica “El río”, poemario donde hizo gala de su talento para la composición literaria. “No deseo la victoria ni la muerte, no deseo la derrota ni la vida, sólo deseo el árbol y su sombra, la vida con su muerte” Convertirse en lo que uno es. Eso es todo.
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Nicomedes Santa Cruz Gamarra (Lima, 4 de junio de 1925 – Madrid, España, 5 de febrero de 1992), fue un decimista peruano que llevó la cultura de su país por distintos lugares del mundo. Era el noveno de diez hermanos. Al concluir el colegio, se decidió a trabajar en la avenida Abancay a las 12 de la noche, oficio que realizó hasta 1956, abandonando su taller y dedicándose a recorrer el Perú y América Latina, recitando sus décimas y versos. Su cercanía con don Porfirio Vásquez, a quien conoció en 1946, influyó de manera decisiva en su formación como decimista.
José Watanabe Varas (Trujillo, 17 de marzo de 1945 - Lima, 25 de abril de 2007), fue un Nacido en Laredo, un pequeño pueblo al este de Trujillo. Su madre Paula Varas Soto, peruana, de origen serrano y su padre Harumi Watanabe Kawano, japonés de quien cuenta aprendió el arte del haiku. Watanabe tuvo una infancia muy pobre, sus padres trabajaban como campesinos en una hacienda azucarera al norte del país hasta que el destino les jugó una buena pasada: ganaron la lotería de Lima y Callao y viajaron a Trujillo, la capital de la provincia. Luego José migró hacia Lima para seguir estudios superiores, pero el recuerdo de Laredo quedaría siempre en su memoria, por lo cual muchos de sus poemas se ubican espacialmente ahí, un Laredo que hoy sólo existe, con sus cuatro calles, en el imaginario creado por el poeta. En Lima estudió los primeros años de la carrera de Arquitectura en la Universidad Nacional Federico Villarreal pero la abandonó después de casi dos años. Su formación fue esencialmente autodidacta y no sólo se desarrolló como poeta sino también como guionista de cine y documentales, estuvo muy involucrado en el medio televisivo e hizo una adaptación de Antígona de Sófocles para el grupo de teatro Yuyachkani. José Watanabe y la generación del 70 Considerado una de las voces insulares o marginales entre los Poetas Peruanos del 70, en la cual encontramos voces tan dispares como las de: Antonio Cisneros, Abelardo Sánchez León, Rodolfo Hinostroza, Enrique Verástegui, entre otros. Esta generación está caracterizada por haber sido la más prolija en publicaciones periódicas, antologías, manifiestos y declaraciones colectivas a cargo de agrupaciones que confiaban en el poder de cambio social de la poesía, como Hora Zero y Estación reunida. Watanabe, sin ser considerado integrante de alguno de estos círculos literarios, compartió mucho de su juventud con su generación. Su literatura se mantuvo independiente de todo el trajín político que afectaba a su país, lo cuál se hace evidente en su poesía. En ella, las preocupaciones de la época si aparecen, pasan inadvertidas. Es más bien producto y gracias a sus vivencias e íntima forma de escribir que gana en 1970 el primer premio del concurso Joven Poeta del Perú con el poemario Álbum de familia. Su afinidad con la tradición poética japonesa También llamado poeta sabio, Watanabe busca trascender en su poesía. De su padre, no sólo aprendió el control de las manifestaciones emocionales, que llama refrenamiento; sino también y sobre todo la forma poética del haiku, la expresión mejor lograda de la mirada oriental del mundo que, por los senderos del budismo zen y el taoísmo, busca a la naturaleza pura y real irradiando su misterio en cada observación. Es a través de este miramiento desinteresado, sereno y simplemente testimonial, que el poeta describe los fenómenos que percibe en su belleza inocente de toda prisa por vivir, de toda ideología y de toda pasión. Análogamente al refrenamiento, el haiku expresa esta voluntad de dejar que las cosas vivan y se den mientras el poeta queda inerte en la inacción, en solo la contemplación. Se convierte en solo ojos para ver y para nada más. El haiku es además la vía hacia el satori de la tradición zen o la iluminación. Esto es la fusión entre el sujeto y el universo, que lo lleva a la comprensión absoluta de la verdad, y a una gran paz silenciosa e inexplicable, que en el hinduismo es llamado samādhi. Este misticismo que no pertenece a ningún grupo social en particular sino a la humanidad toda, es lo que hace que uno se aproxime a la literatura de José Watanabe como a un clásico, que a través de sus sucintas frases nos hace unificar nuestros sentidos y vivir el aquí-ahora de sus ensoñaciones descriptivas y completas para extraer de estos momentos vacuos y delicados una enseñanza, que cada quién encuentra como un abismo. Watanabe dentro de la poesía peruana Pero nuestro autor no solo es heredero oriental de este laconismo contemplativo sino también cabe resaltar una tradición hispana en el uso de la palabra y en su humor criollo, que nos puede sorprender para lograr una sonrisa desprevenida con una de sus palabras que desmitifican al cuerpo del tabú y que rompen con el tono solemne, como en: El baño “si yo hubiera tenido tetas serían como las tuyas” o como en Canción: “Pichi de mujer no es pichi de hombre”. Sus poemas no pueden ser considerados haikus, aunque su efecto sea parecido. Sino que son más bien parábolas, breves narraciones que alegorizan situaciones humanas en las que cualquiera puede reconocerse y que trabajan muy bien el clásico tópico del carpe diem. También se ha señalado que bajo los nombres de Stéphane Mallarmé y Paul Verlaine, Watanabe se dejó influenciar la poesía simbolista francesa por la musicalidad de sus versos y la facilidad para la sugerencia, que no cae en moraleja sino en leve señalamiento implícito en el comportamiento y actitudes de sus personajes narradores. Poemarios publicados * Álbum de familia (Lima, 1971). * El huso de la palabra (Lima, 1989). * Historia natural (Lima, 1994). * Cosas del cuerpo (Lima, 1999). * Antígona (Lima, 2000, versión libre de la tragedia de Sófocles). * Habitó entre nosotros (Lima, 2002). * Lo que queda (Monte Ávila, Caracas, 2005, antología) * La piedra alada (Pre-Textos, Valencia, 2005-Peisa, Lima, 2005) * Banderas detrás de la niebla (Pre-Textos, Valencia, 2006-Peisa, Lima, 2006). Antologías de su obra * Path trough the canefields (Londres, 1997). * El guardián del hielo (Norma, Bogotá, 2000). * Elogio del refrenamiento (Renacimiento, Sevilla, 2003) * Poesía completa (Pretextos, España, 2008) Referencias Wikipedia - http://es.wikipedia.org/wiki/José_Watanabe
Jose María Eguren (Lima, Perú, 7 de julio de 1874 – íb., 19 de abril de 1942) fue un poeta, exalumno del Colegio de la Inmaculada, periodista, escritor, pintor y fotógrafo peruano. Creció en medio de grandes penurias económicas. Por su precaria salud, fue débil y enfermizo desde pequeño. De niño y adolescente pasó largas temporadas en el campo, en algunas haciendas de la familia; y esta experiencia inmediata de la naturaleza , que el inquieto muchacho apuraba con curiosidad y fruición fue decisiva en el refinamiento de los sentidos que luego su poesía revelará. Más tarde se traslada a Barranco, a una tranquila villa-balneario junto al mar y próxima a Lima, donde residirá en paz y sosiego absolutos durante más de treinta años.
Miguel Wenceslao Garaycochea fue un poeta, abogado y matemático peruano tal como dice Alberto Tauro del Pino. Vino al mundo en 1815 en Arequipa y falleció en Trujillo en 1861. Su padre fue Hermegildo Garaycochea y su madre, Genara Delga. Estudios y calificación Sus estudios básicos los realizó en Colegio San Francisco de su lar nativo. Los continuó en el Seminario de San Jerónimo, y, en seguida, En la Universidad Nacional de San Agustín. Se graduó de bachiller y doctor en derecho, en el año 1838. Además obtuvo el título de abogado. Carrera ocupacional Fue docente de Derecho, Filosofía y Matemática en el colegio donde empezó a estudiar.En el año de 1845 se le asignó a la dirección del Colegio Nacional San Juan de Trujillo. Luego hizo carrera en el Poder judicial: fue nombrado juez de primera instancia en Chachapoyas en 1849 y, después, vocal de la Corte Superior de Cajamarca. Representó a Chacpoyas como diputado e integró el Senado: al ser elegido senador por Cajamarca. Contribuciones a la matemática El malogrado matemático peruano, Roberto Velásquez López, ha escrito un ensayo sobre Garaycochea e indica que trabajó sobre los siguientes temas: Trisección del ángulo Duplicación del cubo Cálculo binomial Su nombre aparece en una obra de Jorge Cabrera Tapia; como también, en un texto de matemática de secundaria de Máximo de la Cruz Solórzano. Referencias Wikipedia – http://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_W._Garaycochea Don Miguel W. Garaycochea no disfrutó de muy larga vida, pues habiendo nacido en Arequipa el año de 1816, murió en Trujillo el de 1861. Se educó en la ciudad de su nacimiento hasta recibir el grado de doctor en Jurisprudencia. Fue profesor en el Seminario de Trujillo, rector en el Colegio Nacional de San Juan de esa misma ciudad, juez de primera instancia de Chachapoyas, vocal de la Corte Superior de Cajamarca, diputado al Congreso. Aunque vivió menos de medio siglo, la vida no debió de parecerle corta: la pasó estudiando, y como él mismo lo asegura, El hombre vive tanto cuanto sabe Referencias Poesías del doctor Miguel W. Garaycochea - Prólogo
Alberto Hidalgo Lobato (Arequipa, Perú, 23 de mayo de 1897 - Buenos Aires, 12 de noviembre de 1967), poeta y narrador peruano cuya obra, exaltadamente individualista, se cuenta entre los introductores del vanguardismo en la literatura del Perú. En su juventud se trasladó a Lima para estudiar medicina en la Universidad de San Marcos. Posteriormente, abandonó sus estudios para dedicarse a la literatura. Participó en la revista Colónida, publicada en 1916 y dirigida por Abraham Valdelomar y publicó sus primeros poemarios Panoplia Lírica (1917), Las voces de colores (1918) y Joyería (1919), en la que ya se denotan su carácter innovador e inconformista ante los cánones de su época. Militó en el Partido Aprista Peruano, al cual posteriormente renunció, como su compatriota Magda Portal, tras denunciar que la corrupción había sentado sus reales en esa organización política. En 1919 Hidalgo jugó un rol importante en el ambiente vanguardista, participó y editó junto a Borges y Huidobro el Índice de la nueva poesía americana (1926), conoció a Xul Solar, Güiraldes, Girondo, Macedonio Fernández, Leopoldo Marechal y Rafael Squirru, entre otros. Creó las Revistas Oral y Pulso. Obra posterior fue Actitud de los años. Asimismo la ideología izquierdista y combativa de Hidalgo y su vinculación con el Perú se refleja en sus poemarios Carta al Perú (1957) y Poesía inexpugnable (1962), en los días de guerra. Además de su obra poética escribió cuentos publicados originalmente y en su mayoría en Caras y Caretas y luego editadas bajo el título Los sapos y otras personas (1927), único libro de cuentos del autor. Se dedicó también a obras de teatro, además del ensayo Diario de mi sentimiento (1937), en el que comenta de forma bastante personal e irreverente el ambiente artístico de su época. Mención aparte merece una colección de libros de difusión de la obra de Sigmund Freud, publicados entre 1930 y 1945 bajo el seudónimo de Dr. J. Gómez Nerea, que contribuyeron a dar a conocer el psicoanálisis en Argentina. Falleció en Buenos Aires el 12 de noviembre de 1967, pocos meses después de recibir el Gran Premio de Honor otorgado por la Fundación Argentina para la Poesía, único reconocimiento recibido en vida. El fue enterrado en el cementerio "La Chacarita" (se dice hasta ahora que el era uno de los mejores escritores) uno de sus mejores amigos quien siempre estuvo con el en las buenas y las malas fue "Edwin Henrry Condori Choquecondo" Simplismo El simplismo es una técnica literaria que, influida por el futurismo y el creacionismo, consistía en el uso extensivo de la metáfora y la autonomía de cada verso, condensando de éste modo su lenguaje poético, generalmente altamente subjetivo. Referencias Wikipedia - http://es.wikipedia.org/wiki/Alberto_Hidalgo
César Calvo Soriano (Iquitos, 26 de julio de 1940 – Lima, 18 de agosto de 2000) fue un poeta peruano miembro de la Generación del 60 (Perú), cuya obra refleja el interés de este grupo en usar imágenes de la cultura y sociedad contemporánea en la poesía además de incorporar en algunas ocasiones otras propias de su región amazónica natal, y se relaciona con su militancia comunista.