Federico García Lorca

Si mis manos pudieran deshojar

Yo pronuncio tu nombre
en las noches oscuras,
cuando vienen los astros
a beber en la luna
y duermen los ramajes
de las frondas ocultas.
Y yo me siento hueco
de pasión y de música.
Loco reloj que canta
muertas horas antiguas.
 
   Yo pronuncio tu nombre,
en esta noche oscura,
y tu nombre me suena
más lejano que nunca.
Más lejano que todas las estrellas
y más doliente que la mansa lluvia.
 
   ¿Te querré como entonces
alguna vez? ¿Qué culpa
tiene mi corazón?
Si la niebla se esfuma
¿qué otra pasión me espera?
¿será tranquila y pura?
¡¡si mis dedos pudieran
deshojar a la luna!!
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El firmamento que nos recuerda nuestra pequeñez, dice al Poeta que todo sigue su curso, indiferente a cuanto sienta su especial corazón. Los astros después de errar pastando en la llanura sideral de oscuridad perenne, llegan a refrescarse en el abrevadero de la luna. Federico lanza al viento un nombre, débil paliativo para aliviar ese dolor de ausencia. Nombrar es invocar, pero la palabra que designa al convocado (evocado) lo trae en tan etérea naturaleza que no se puede asir... sólo mirar. ¿Vacío ha dicho Federico? El espacio en el pecho del Poeta es aire que lo ahoga acumulado en nostalgias persistentes. Parece vacuo pero es aire de angustia, es dicha generada y no brindada sin medida, porque el destinatario se ha marchado. Más adelante y en otro poema escribirá: "el mar conoce mi paso por los suspiros". Así liberará sus emociones para sobrevivir. Sólo El que pastorea a los astros sabrá si el gran Poeta volverá a amar así. ¡Ahhh, "si 'sus' manos pudieran deshojar a la luna"!

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