levantemos el último puño de tierra, seamos uno con nuestra madre tierra, gritemos a los cuatro puntos de que estamos hechos, derramemos lágrimas, fertilicemos el suelo, donde yaceremos y volveremos a nacer, dejemos a la sangre correr libre sobre nuestro cuerpo, haciendo de este momento una eternidad.
Antes que el viento nos extinga, aquí de mirándote a los ojos te digo, que este viento de plomo que asfixia mi alma, se ha de llevar mi carne escribiendo el epitafio de mi vida en el último suspiro de tu terquedad, mas yo, abonaré la tierra, crecerán bosques de un verde que nadie podrá ocultar, hoy aquí de pie, frente a ti, yo te digo hijo mío, esta sangre que corre de mi vientre, es sangre tuya, me has matado muchas veces, pero hoy, muero de una, y quiero que en mi tumba diga, aquella máxima que los pensadores buscadores de mis niños dejaron por herencia, de tu arma salió la bala alojada en mis costillas, ve y dile a los tuyos, que quisieron enterrarnos pero no sabían que eramos semilla.