...
Y yo te escribo desde cualquier perspectiva
bajo la sombra de alguna luz, de un poste, de un corazón
te escribo bajo el polvo
o la cicatriz. Y yo te busco como caballo, como galope
como una forma de algo desconocida.
te escribo por tu respiración, por tus pies
por tus alas y razones
te escribo bajo cualquier forma
Si decidiera morir joven estaría a tu lado ahora
bien enamorado
rodando lágrimas y polvareda
te seguiría y entraría en tu alma, en tu respiración
me adelgazaría para entrar
en tu pupila
en tu sonrisa. Te besaría el pelo del alma
el girasol del pubis
y entornaría mi poesía para que tu cruces.
Entraría en tus deseos
en tu viaje y en tu casa para evadir tus deseos
de separarte
de irte por donde no hay lenguaje ni vicio.
Ahora, solo soy yo escribiendo de ojos,
de lunares,
de tristes trastes enamorados, solamente somos ojos amándose
y escupiéndose.
Sombra tuya y sombra mía
desnudez absoluta y quieta.
Miro el mar
y la gaviota se adelgaza para entrar en la noche
para poder amarrarte
y encontrarte en la arena blanca.
Muerdo tu infancia y tu esquina, recorro tu piel danzante
muero por habitar tu plié.
Solo hay detonaciones, gritos,
soltura de huesos
e inundaciones. La noche es un campo de lirios
que se huelen a sí mismos,
soy un niño minúsculo que está aprendiendo a amar
a enloquecer con cada célula,
a veces bailo debajo del paraguas de la vida
y me escondo de la forma
pero te sigo eligiendo.
A veces la distancia y los miles de kilómetros son un impedimento
y un arma cortante.
Danzamos sobre filos que se arriesgan a no morir
y a no cortarnos.
Y tú me viste llegar, aparecer de la nada
comenzar mi oficio
de guardián de los copihues. Me viste llegar enamorado
de mi espada de ases y corazones,
tenía mi pluma en el subsuelo.
Había por ahí algo.
Te llevé dentro de mis harapos
y construí una ligera sonrisa de clavel.
Me pinté las uñas, arreglé mi pelo y mi estómago
y eleve rezos de calor y de nube.
Toqué pequeños poemas que iban y venía por la ribera y
por la hojarasca.
Que risas ajenas.
Sabes, somos únicos instantes que mecen
el dolor en bóvedas de polen.
Somos reinos de polvo y de madera.
Ahora solo hay un deseo de amar.