Ahora hay muelles en el alba.
Las tardes se pierden tan fácil como una herida,
se pierde tu piel en un andar de caracol y lluvia.
Pues todo retorna al reino del polvo y de las cosas
con tu luz peligrosa.
Inocente y fatigado estoy, sin olvido, sin amor;
lágrima pequeñísima, feroz cueva de espantos.
Este día ha sido peregrino de vuelos e himnos.
Me haces dudar de mi existencia en soledad.
Lejos de ti todo es naufragio. Un verano es naufragio
Miro mi noche y se humilla entre más noches.
Que la ternura andaba como niña por mi cuerpo trenzado.
Que aquí tu estrella lejana no pasa
Que tu respiración, bordea el instante de fatigas lejanas.
Con tus gestos, tus noches perdiéndome, tu sombra
que jamás ha reclamado mi silueta de hombre enamorado.
El espacio te saluda, hay una ausencia de flores.
Hay en mí una melancolía que se ilumina de noche.
Ahora hay muelles en el alba.
En vano tratarías de evadir mi voz, sujeta a ti desde tu nacimiento
y de abandonar mis lunares que arden entre mi sangre caliente
y en vano disputar otra silueta viendo a otros espejos.
Yo, con cierta fatiga, aún estoy en el nido de tus sonidos.
Ahora hay muelles en el alba.
Hay noches como está que se me impone pensarte
y la raíz y el eco funerario me llaman a lanzar párrafos
que, de otro modo, serían absurdos sin la huella de tu nombre.
A otras personas las cubriría de espantos, a ti no.
Y esa tu sombra doblada viaja por las islas sin destino a mis ojos.
¡Qué me importa el miedo!
¡Qué me dice el dolor de las hortensias!
¡Qué me inunda los días cinco: un dolor profético!
Ahora ya no hay nada, un desierto infinito
Cada estrella es un campo de oasis.
En tus ojos vive el mundo. El único sistema planetario sin fatiga.
Sereno el mar atado a tu altura y a tu nombre.
Ajeno a toda edad, ensimismado en todo refugio.
Tengo miedo, eres la profundidad de toda cosa.
Ahora hay muelles en el alba.