Desde el palmar inmóvil reconoce a su gente
cuánto orgullo y tesón cuánta distancia
en un octubre opaco y remotísimo
habían arrancado del puro desaliento
acamparon primero en el monzón
pasaron la cuchilla del perdido
después el cololó y el yapeyú y la cuenca
del vera y el perico flaco y luego
los campos de tres patos y un arroyo
el bellaco y otro arroyito el sánchez
una tregua discreta en paysandú
vado del san francisco y el chingolo
y uno más importante el del queguay
alguno que otro insomnio en el quebracho
paso del chapicuy rumbo al daymán
diciembre en salto chico
cruce del uruguay ese río frontera
el peñón de san carlos los bosques de concordia
y por fin este abril junto al ayuí
desde el palmar inmóvil reconoció el baquiano
la patriada en andrajos ese pueblo
que incluía a su padre don martín
y al cura figueredo y los lamas los suárez
y bar tolomé hidalgo poeta fundador
y zambos negros indios gauchos y criollos pobres
y acémilas troperos carruajes tolderías
la patria todavía era dudosa
quizá / pero el baquiano no dudaba
muchos de ellos quemaron sus viviendas
atrás dejaron toda una vida una muerte
tierras propias que eran tierra de nadie
pero en las setecientas carretas casi en ruinas
viene la dignidad como un sistema
doloroso implacable inocente y porfiado
sobre todo implacable con su propia inocencia
el general baquiano apoya el brazo terco
en la palma yatay la más cercana
y deja su mirada en las arenas limpias
para poder imaginar mejor
a principios de junio / con su pésima fe
llegará sarratea el bribón el cobarde
y con su buena fe / el caudillo frugal
habrá de sorprenderse porque a veces
las maldades lo encuentran desarmado
no olvidar que peleando ganaban las batallas
y después lo vencían echándole traidores
de todos modos eso será en junio / ahora
el general baquiano riguroso y sin dudas
entrecierra los ojos para soñar mejor
y es explicable porque su baquía más sólida
es un sueño que invade como escarcha
a los hombres la historia los potreros
el olor y el otoño de su verde provincia
atraviesan las leguas / no son muchas
para su pueblo quiere la gran cosecha patria
pero duele dejar la tierra abandonada
los ranchos en cenizas los poblados vacíos
la mazorca en el viento y el viento en la congoja
aquí al atardecer las fogatas se animan
pero el hogar de veras está allá en el oriente
en estas setecientas carretas de penuria
vino la dignidad como un sistema
y él sabe como nadie que ser digno
resultará más arduo cada día
desea por supuesto la gloria de su pueblo
pero antes que la gloria cazará la justicia
está dispuesto a dar su vida pero sabe
que eso no es decisivo / lo primero
es transformar la vida
y con un solo hombre que le quede
con él hará la guerra como estribo del cambio
el pueblo es soberano pero aún no lo sabe
él debe convencerlo de su soberanía
no necesita abrir nuevamente los ojos
para ver la llanura de lealtad
y saber que esos leales son su tropa
casi sin proponérselo los abre y nos distingue
a nosotros / llegados tantas penas después
nuestro destierro es múltiple pero estamos aquí
como única manera de juntar y juntarnos
no tenemos carretas caballos tolderías
apenas los estigmas de la nueva redota
allá quedaron vidas y viviendas
unas saqueadas otras solitarias
tan sólo están repletos
camposanto y ergástula
allá quedaron trozos de nosotros
trajimos la esperanza sin embargo
y por suerte está ilesa y está joven
hace tiempo partimos también del desaliento
acampamos primero en el asombro
pasamos las cuchillas del perdido
y cruzamos sin puente el río de la sangre
vadeamos la ciénaga del horror y su lástima
y fuimos esquivando el salto chico
de la nostalgia y creo que un arroyo
el bellaco y otro arroyito el vil
una noche de tregua y luego desde el alba
los lisos farallones del rencor
de la muerte arrancamos como yuyos
las razones de vida
todo esto un poco antes de cruzar nuevos ríos
algunos de los tantos ríos que hacen frontera
y allí empezó otro rumbo
y así empezó otro verde
el peñón del orgullo los bosques de concordia
y por fin este abril junto al baquiano
los troperos y gauchos nos recorren
nos miran con recelo durante un lustro apenas
sus primeras fogatas enrojecen las nubes
y bah después de todo no somos tan distintos
tan sólo un poco más de siglo y medio
entre ellos y nosotros
incluso hay quien pregunta si ya vimos al jefe
y nos señala dónde está y lo vemos
y también él nos da la bienvenida
con un silencio grave y sabio y duro
en el que sin embargo está claro un emblema
una antigua verdad
nada tenemos
que esperar
sino
de nosotros mismos.