Cargando...
José Hernández

      V. Gringos en la frontera. La estaquiada

 
134
Yo andaba desesperao,
aguardando una ocasión
que los indios un malón
nos dieran, y entre el estrago
hacérmeles cimarrón
y volverme pa mi pago.
 
135
Aquello no era servicio
ni defender la frontera;
aquello era ratonera
en que sólo gana el juerte:
era jugar a la suerte
con una taba culera.
 
136
Allí tuito va al revés;
los milicos son los piones,
y andan en las poblaciones
emprestaos pa trabajar;
los rejuntan pa peliar
cuando entran indios ladrones.
 
137
Yo he visto en esa milonga
muchos jefes con estancia,
y piones en abundancia,
y majadas y rodeos;
he visto negocios feos
a pesar de mi inorancia.
 
138
Y colijo que no quieren
la barunda componer;
para eso no ha de tener,
el jefe que esté de estable,
más que su poncho y su sable,
su caballo y su deber.
 
139
Ansina, pues, conociendo
que aquel mal no tiene cura,
que tal vez mi sepoltura
si me quedo iba a encontrar,
pensé mandarme mudar
como cosa más sigura.
 
140
Y pa mejor, una noche
¡qué estaquiada me pegaron!
Casi me descoyuntaron
por motivo de una gresca:
¡ahijuna, si me estiraron
lo mesmo que guasca fresca!
 
141
Jamás me puedo olvidar
lo que esa vez me pasó;
dentrando una noche yo
al fortín, un enganchao,
que estaba medio mamao,
allí me desconoció.
 
142
Era un gringo tan bozal,
que nada se le entendía,
¡quién sabe de ande sería!
Tal vez no juera cristiano,
pues lo único que decía
es que era papolitano.
 
143
Estaba de centinela
y por causa del peludo
verme más claro no pudo,
y esa jue la culpa toda:
el bruto se asustó al ñudo
y fi el pavo de la boda.
 
144
Cuando me vido acercar:
quién vivore–? Preguntó;
¿qué víboras?, Dije yo.
¡Ha garto!, Me pegó el grito,
y yo dije despacito:
¡más lagarto serás vos!
 
145
Ahi no más, ¡cristo me valga!,
Rastrillar el jusil siento:
me agaché, y en el momento
el bruto me largó un chumbo;
mamao, me tiró sin rumbo,
que si no, no cuento el cuento.
 
146
Por de contao, con el tiro
se alborotó el avispero;
los oficiales salieron
y se empezó la junción;
quedó en su puesto el nación,
y yo fi al estaquiadero.
 
147
Entre cuatro bayonetas
me tendieron en el suelo;
vino el mayor medio en pedo
y allí se puso a gritar:
¡pícaro, te he de enseñar
andar reclamando sueldos!
 
148
De las manos y las patas
me ataron cuatro cinchones;
les aguanté los tirones
sin que ni un ¡ay! Se me oyera,
y al gringo la noche entera
lo harté con mis maldiciones.
 
149
Yo no sé porqué el gobierno
nos manda aquí a la frontera
gringada que ni siquiera
se sabe atracar a un pingo.
¡Si creerá al mandar un gringo
que nos manda alguna fiera!
 
150
No hacen más que dar trabajo,
pues no saben ni ensillar;
no sirven ni pa carniar:
y yo he visto muchas veces
que ni voltiadas las reses
se les querían arrimar.
 
151
Y lo pasan sus mercedes
lengüetiando pico a pico
hasta que viene un milico
a servirles al asao–
y eso sí, en lo delicaos,
parecen hijos de rico.
 
152
Si hay calor, ya no son gente;
si yela, todos tiritan;
si usté no les da, no pitan
por no gastar en tabaco,
y cuando pescan un naco
uno al otro se lo quitan.
 
153
Cuando llueve se acoquinan
como perro que oye truenos.
¡Que diablos!, Sólo son güenos
pa vivir entre maricas,
y nunca se andan con chicas
para alzar ponchos ajenos.
 
154
Pa vichar son como ciegos;
no hay ejemplo de que entiendan,
ni hay uno solo que aprienda,
al ver un bulto que cruza,
a saber si es avestruza,
o si es jinete, o hacienda.
 
155
Si salen a perseguir
después de mucho aparato,
tuitos se pelan al rato
y va quedando el tendal:
esto es como en un nidal
echarle güevos a un gato.
Preferido o celebrado por...
Otras obras de José Hernández...



Arriba