Cuando el sol se inclinaba,
lo encontré,
en un rancho sombrío,
de Lonquén,
en un rancho de pobres,
lo encontré,
cuando el sol se inclinaba,
en Lonquén.
Sus manos siendo tan viejas
eran fuertes pa’ trenzar,
eran rudas y eran tiernas
con el cuero 'el animal.
El lazo como serpiente
se enroscaba en el nogal
y en cada lazo la huella
de su vida y de su pan.
Cuánto tiempo hay en sus manos
y en su apagado mirar.
Y nadie ha dicho: está bueno,
ya no debes trabajar.
Las sombras vienen laceando
la ultima luz del día,
el viejo trenza unos versos
pa’ maniatar la alegría.
Sus lazos han recorrido
sur y norte, cerro y mar,
pero el viejo la distancia
nunca la supo explicar.
Su vida deja en los lazos
aferrados al nogal,
después llegará la muerte
y también lo laceará.
Qué importa si el lazo es firme
y dura la eternidad,
laceando por algún campo
el viejo descansará.
Cuando el sol se inclinaba,
lo encontré,
en un rancho sombrío
de Lonquén,
en un rancho de pobres
lo encontré,
cuando el sol se inclinaba
en Lonquén.