Bonifacio Byrne
Al volver de distante ribera
con el alma enlutada y sombría,
afanoso busqué mi bandera
¡y otra he visto además de la mía!
 
¿Dónde está mi bandera cubana,
la bandera más bella que existe?
¡Desde el buque la vi esta mañana,
y no he visto una cosa más triste!...
 
Con la fe de las almas austeras,
hoy sostengo con honda energía
que no deben flotar dos banderas
donde basta con una: ¡la mía!
 
En los campos que hoy son un osario
vio a los bravos batiéndose juntos,
y ella ha sido el honroso sudario
de los pobres guerreros difuntos.
 
Orgullosa lució en la pelea,
sin pueril y romántico alarde:
¡al cubano que en ella no crea
se le debe azotar por cobarde!
 
En el fondo de obscuras prisiones
no escuchó ni la queja más leve,
y sus huellas en otras regiones
son letreros de luz en la nieve...
 
¿No la veis? Mi bandera es aquélla
que no ha sido jamás mercenaria,
y en la cual resplandece una estrella
con más luz, cuanto más solitaria.
 
Del destierro en el alma la traje
entre tantos recuerdos dispersos
y he sabido rendirle homenaje
al hacerla flotar en mis versos.
 
Aunque lánguida y triste tremola,
mi ambición es que el sol con su lumbre
la ilumine a ella sola—¡a ella sola!—
en el llano, en el mar y en la cumbre.
 
Si deshecha en menudos pedazos
llega a ser mi bandera algún día...
¡nuestros muertos alzando los brazos
la sabrán defender todavía!

Es el poema más conocido del autor, de hecho lo llaman el poeta de Mi bandera.

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