Blanca Varela

a Kafka

Suficientes razones, suficientes razones para colocar primero un pie y luego otro.
Bajo ellos, no más grande que ellos ni más pequeña, la inevitable sombra que se adelanta y voltea la esquina, a tientas.
 
Suficientes razones, suficientes razones para desandar, descaer, desvolar.
Suficientes razones para mirar por la ventana. Para observar la mano que cuenta a oscuras los dedos de otra mano.
 
Poderosas razones para antes y después. Poderosas razones durante.
La hoja de afeitar enmohecida es el límite.
Lasciate ogni speranza voi ch’entrate.
No se retorna de ningún lugar. Y la regla torcida lo confirma sobre el aire totalmente recto, como un cadáver.
Y hay otras.
Palidez, sobresalto, algo de náusea.
Misterioso, obsceno chasquido del vientre que canta lo que no sabe.
La luz a pleno cuerpo, como un portazo. Adentro y afuera. No se sabe dónde.
 
Y las demás. ¿Existen?
 
Infinitas para la duda, evidentes para la sospecha.
Dejarse arrastrar contra la corriente, como un perro.
Aprender a caminar sobre la viga podrida.
En la punta de los pies. Sobre la propia sombra.
 
No más grande que ellos ni más pequeña.
Uno, dos, uno, dos, uno, dos, uno.
Uno atrás, otro adelante.
Contra la pared, boca abajo, en un rincón.
Temblando, con un lívido resplandor bajo los pies, no más grande que ellos ni más pequeño.
Tal vez, tal vez la estancada eternidad que algún alma inocente confunde con su propio excremento.
 
Malolientes razones en la boca del túnel.
Y a la salida.
A la postre tantas razones como cuellos existen.
 
Defenderse del incendio con un hacha. Del demonio con un hacha, de dios con un hacha. Del espíritu y la carne con un hacha.
 
No habrá testigos.
Se nos ha advertido que el cielo es mudo.
 
A lo más se escribirá, se borrará. Será olvidado.
Y ya no existirán razones suficientes para volver a colocar un pie y luego el otro.
 
No obstante, bajo ellos, no más grande que ellos ni más pequeña, la inevitable sombra se adelantará.
Y volteará la misma esquina. A tientas.
Preferido o celebrado por...
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