Derramaras tus lágrimas,
desventurado amante,
como un único dolor,
y en la anchura del mundo
siempre habrá, en ese instante,
unos ojos más tristes
y una pena mayor.
Abrirás la ventana
cuando se enciende el día,
feliz con tu destino,
libre de todo mal,
y en la anchura del mundo
cualquiera encontraría
otra ventana abierta
y una alegría igual.
Maldecíras la noche
viendo pasar el viento,
o crisparas las manos
sin saber contra quien,
y en la anchura del mundo
y en el mismo momento
ha de haber alguien,
siempre, descontento también.
Y un día, cuando escuches
el llamado profundo,
la señal para el viaje,
la terrible señal,
quien sabe cuantos hombres,
en la anchura del mundo,
te seguirán los pasos
de la sombra final…