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No te conoce el toro ni la higuera… ni caballos ni hormigas de tu casa… No te conoce el niño ni la tarde porque te has muerto para siempre. No te conoce el lomo de la piedra,
Leñador. Córtame la sombra. Líbrame del suplicio de verme sin toronjas. ¿Por qué nací entre espejos?
Me he perdido muchas veces por el… con el oído lleno de flores recién… Con la lengua llena de amor y de a… muchas veces me he perdido por el… como me pierdo en el corazón de al…
En la torre amarilla, dobla una campana. Sobre el viento amarillo,
Cristo moreno pasa de lirio de Judea a clavel de España. ¡Miradlo por dónde viene!
Mamá, yo quiero ser de plata. Hijo, tendrás mucho frío. Mamá.
Córdoba. Lejana y sola. Jaca negra, luna grande, y aceitunas en mi alforja. Aunque sepa los caminos
De los cuatro muleros que van al campo, el de la mula torda, moreno y alto. De los cuatro muleros
Los niños miran un punto lejano. Los candiles se apagan. Unas muchachas ciegas preguntan a la luna,
El campo de olivos se abre y se cierra como un abanico. Sobre el olivar
El cielo nublado pone mis ojos blancos. Yo, para darles vida, les acerco una flor amarilla.
Verde rumor intacto. La higuera me tiende sus brazos. Como una pantera, su sombra, acecha mi lírica sombra. La luna cuenta los perros.
Oye, hijo mío, el silencio. Es un silencio ondulado, un silencio, donde resbalan valles y ecos y que inclina las frentes
Los arqueros oscuros a Sevilla se acercan. Guadalquivir abierto. Anchos sombreros grises, largas capas lentas.