1
He
vuelto
a conversar
con la
alpargata.
No debo
hacerlo
más.
Evitaré
en lo
sucesivo
su mirada.
14
El silencio
era un pozo.
Ningún ruido lejano
aleteaba ese día
sin cigarros
ni luz.
Día de muertos.
Unas gotas
cascotearon
el techo frío;
el tiempo
su tiempo,
afuera,
aún latía.
24
En el muro
los pájaros mancha
anuncian humedad.
Es la estación
de las lluvias
en el más allá.
50
La noche
está oscura
y mi corazón tirita.
Sólo
me sostiene
esta esperanza:
puedo.
66
Te silbo
bajito
pensamiento
triste,
tango.
Que no
te vayan
a escuchar.
109
Nunca más
taladra
el graznido
nunca más
ventana
cielo
rocío.
Nunca más
maúlla
la alpargata
estéril
eco
y quejido
nunca más.
131
Algún día volveremos
como antaño
a caminar
por las veredas
de la infancia.
Habrá resurrección
en las esquinas
y volverán a ser
nuestras viejas
recordadas cosas.
135
Siento en mis huesos
los huesos
de aquellos
que fueron.
En mí
esqueletos
son,
somos
lo que soy,
soy
los que ayer
fueron.
139
Chau.
Ya hice mi equipaje, chau.
Cobija, tabaco y lata.
Turbio cotorrito de dos por uno, chau.
Ya vendrá vendré a ocuparte alguno trayendo embolsada una esperanza. Chau.
Arañará arañaré la inicial en el muro, y algún día como hoy, de apuro, también el –yo– cotorrito, chau.
Otro charquito de perro nos espera:
La vida es vida, cotorrito, hasta inmunda. Chau.
Chau, cotorrito...
¡Que Dios te hunda!
140
Y si este fuera
mi último poema,
insumiso y triste,
raído pero entero,
tan solo una palabra escribiría:
Compañero.