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A las cinco de la tarde. Eran las cinco en punto de la tard… Un niño trajo la blanca sábana a las cinco de la tarde. Una espuerta de cal ya prevenida
Era mi voz antigua ignorante de los densos jugos amar… La adivino lamiendo mis pies bajo los frágiles helechos mojados… ¡Ay voz antigua de mi amor,
En el blanco infinito, nieve, nardo y salina, perdió su fantasía. El color blanco, anda, sobre una muda alfombra
El corazón, Que tenía en la escuela Donde estuvo pintada La cartilla primera, ¿Está en ti,
¡Esa esponja gris! Ese marinero recién degollado. Ese río grande. Esa brisa de límites oscuros. Ese filo, amor, ese filo.
Narciso. Tu olor. Y el fondo del río. Quiero quedarme a tu vera. Flor del amor.
Camina Don Boyso mañanita fría a tierra de moros a buscar amiga. Hallóla lavando
Dicen que tienes cara (balalín) de luna llena. (balalán.) Cuántas campanas ¿oyes?
La canción, que nunca diré, se ha dormido en mis labios. La canción, que nunca diré.
Yo era. Yo fui, pero no soy. Yo era... (¡Oh fauce maravillosa
La muerte entra y sale de la taberna. Pasan caballos negros y gente siniestra
En el gris, el pájaro Griffón se vestía de gris. Y la niña Kikirikí perdía su blancor
Juan Breva tenía cuerpo de gigante y voz de niña. Nada como su trino. Era la misma
En el soto, los alamillos bailan uno con otro. Y el arbolé, con sus cuatro hojitas,
Yo no quiero más que una mano; una mano herida, si es posible. Yo no quiero más que una mano aunque pase mil noches sin lecho. Sería un pálido lirio de cal.