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El campo de olivos se abre y se cierra como un abanico. Sobre el olivar
Cayó una hoja y dos y tres. Por la luna nadaba un pez. El agua duerme una hora
No duerme nadie por el cielo. Nad… No duerme nadie. Las criaturas de la luna huelen y… Vendrán las iguanas vivas a morder… y el que huye con el corazón roto…
Cuernos de oro y ojos verdes. Sobre el acantilado, en tropel gigantesco, ilustran el azogue
Su luna de pergamino Preciosa tocando viene por un anfibio sendero de cristales y laureles. El silencio sin estrellas,
En lo alto de aquel monte hay un arbolillo verde. Pastor que vas, pastor que vienes. Olivares soñolientos
La guitarra, hace llorar a los sueños. El sollozo de las almas perdidas, se escapa por su boca
La niña va por mi frente. ¡Oh, qué antiguo sentimiento! ¿De qué me sirve, pregunto, la tinta, el papel y el verso? Carne tuya me parece,
Lámparas de cristal y espejos verdes. Sobre el tablado oscuro, la Parrala sostiene una conversación
Hacia Roma caminan dos pelegrinos, a que los case el Papa, mamita, porque son primos,
Entre italiano y flamenco, ¿cómo cantaría aquel Silverio? La densa miel de Italia
El puñal, entra en el corazón, como la reja del arado en el yermo. No.
Entre mariposas negras va una muchacha morena junto a una blanca serpiente de niebla. Tierra de luz,
Ni quiero ser poeta, ni galante. ¡Sábanas blancas donde te desmayes… No conoces el sueño ni el resplandor del día.
Cuatro granados tiene tu huerto. (Toma mi corazón nuevo.) Cuatro cipreses