¡Dulce Señor, por un hermano pido,
indefenso y hermoso: ¡por el nido!
Florece en su plumilla el trino;
ensaya en su almohadita el vuelo.
¡Y el canto dices que es divino
y el ala casa de los cielos!
Dulce tu brisa sea al mecerlo,
dulce tu luna al platearlo,
fuerte tu rama al sostenerlo,
bello el rocío al enjoyarlo.
De su conchita delicada
tejida con hilacha rubia,
desvía el vidrio de la helada
y las guedejas de la lluvia;
desvía el viento de ala brusca
que lo dispersa a su caricia
y la mirada que lo busca,
toda encendida de codicia...
Tú, que me afeas los martirios
dados a tus criaturas finas:
al copo leve de tos lirios
y a las pequeñas clavelinas,
guarda su forma con cariño
y pálpala con emoción.
Tirita al viento como un niño;
¡es parecido a un corazón!