Érase un cura, tan pobre, que daba grima mirar sus zapatos descosidos y su viejo balandrán. Érase un cuasi mendigo

¡Claras horas de la mañana en que mil clarines de oro dicen la divina diana! ¡Salve al celeste Sol sonoro! En la angustia de la ignorancia

En tus ojos un misterio; en tus labios, un enigma, y yo, fijo en tus miradas y extasiado en tus sonrisas.

Fue en una hora divina para el gén… El Cisne antes cantaba sólo para… Cuando se oyó el acento del Cisne… Fué en medio de una aurora, fué pa… Sobre las tempestades del humano o…

Puso el poeta en sus versos todas las perlas del mar, todo el oro de las minas, todo el marfil oriental; los diamantes de Golconda,

Soy sabio, soy ateo; no creo en diablo ni en Dios... (...pero, si me estoy muriendo, que traigan el confesor).

Viejo alegre, viejo alegre, no persigas a mi novia; no son pájaros de invierno los amantes de las rosas. Viejo alegre, viejo alegre,

¡Tras que la engaña el bribón, y le niega su cariño, le quiere quitar su niño, que es quitarle el corazón!

¡Qué piropo! Escalda y pincha. ¡Qué obscenidad! ¡Qué baldón! ¿Quién lo dijo? Ese mocito del flamante redingot. A la pobre muchachuela