Pablo Neruda
Dios -¿de donde sacaste para encender el cielo
este maravilloso crepúsculo de cobre?
Por él supe llenarme de alegría de nuevo
y la palabra dura supe tornarla noble.
 
Entre las llamaradas amarillas y verdes
se alumbró el lampadario de un sol desconocido,
que rasgó las azules llanuras del Oeste
y volcó en las montañas, sus fuentes y sus ríos.
 
Dame la maga fiesta. Dios, déjala en mi vida,
dame los fuegos tuyos para alumbrar la tierra,
deja en mi corazón tu lámpara encendida
y yo seré el aceite de su lumbre suprema.
 
Y me iré por los campos en la noche estrellada,
con los brazos abiertos y la frente desnuda,
cantando aires ingenuos con las mismas palabras
que en la noche se dicen los campos y la luna.
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