Marta me habla del arrastre de la playa
cada movimiento de arrastre cambia la arena,
cambia el agua, cambia el viento.
—El paisaje que nos habita está en constante cambio
porque está en constante movimiento -
Me canso de intentar entenderlo.
Me he dado cuenta de que el miedo solo te hace
espectador.
Tanto hablar de habitarse
y no somos capaces de tocar nuestro suelo descalzos.
Imaginar vivir en el paisaje del otro
por no enfrentarse al de uno mismo;
sin poder huir de él.
¿qué te de miedo de tus orillas, de tu tierra?
Si lo de dentro es lo único habitable,
¿qué hacemos buscando fuera?
Aceptar que no nos conocemos y aun así nos vivamos,
desde dentro y con el miedo.
Saber que mañana seremos otro,
que el viento habrá movido todas las hojas
y que nunca volveremos a ser las mismas.
Darnos permiso a soltar y a decir adiós,
a volver a conocer y conocernos.
A abrir la ventana y la puerta.
Permitir la corriente.
Sumergirnos en el agua y darnos cuenta de que nunca
aprendimos a respirar.
Que nuestra manera de nadar solo era supervivencia.
Que reconocer lo de dentro es reconocer que siempre
nos estamos moviendo.
Es normal que me enamore del mar
si lo que veo en él es vida.
Hace tiempo que me cansé de estar quieto y ser quien
espera desde la arena.
Me han recordado que hace mucho que aprendí a nadar
y que eso no se olvida a pesar de estar lejos.
Me he preguntado por cuanto tiempo sólo me mojaré
hasta la rodilla,
si con la lluvia me entrego entero.
Por qué tanto miedo a la vida
si no he venido a otra cosa.
Qué poca confianza en el paisaje,
empiezo a preguntarme por qué hablo de él
como si no fuera parte de mí.