Hoy te vi
y no fui capaz de hablarte,
ibas corriendo,
bajando las escaleras,
con la bufanda al viento.
Mirabas al suelo
cuidando tus pasos
y sin notarlo
pasaste a mi lado.
Entre tu prisa
por tus afanes
murió el reloj
y, por un segundo,
nada ocurrió.
Se pausó el tiempo
y, por un momento,
todo sentido
se congeló.