Pablo Mendieta Paz

Tu última canción, tu epitafio

A ti, Violeta

No quisiste ni herir, ni lastimar siquiera; solo agradecerle a la vida. Así como un alto cielo de fondo estrellado, así de puro fue el fruto de tu cerebro tan humano al escribir la canción en pretérito compuesto. Sabías muy bien que con ese tiempo verbal podías alumbrar de nuevo lo ya hecho, lo ya andado en ciudades y charcos, playas y desiertos, montañas y llanos, aun cuando en la lejanía se oyesen sonidos, y se leyesen, en la cercanía, abecedarios presentes. Pero así como la vida da por igual risa y llanto, mientras la escribías más la pensabas en futuro perfecto, como si tu agitado corazón en aquel minuto decisivo hubiera trocado esas cotidianas formas en esquiva dicha y quebranto, materiales abismales ya de germen fecundo. Y sola de pura soledad, en perfecto distingo de lo negro y el blanco, de ese modo, con ese modo te fuiste por la ruta del alma, abrigada por el canto de todos, el tuyo, con tus pies cansados que dejaban atrás en aquel patio largo, y tambien en el ancho, el fondo de ojos claros y las hondas y húmedas huellas de grillos y ladridos, de chubascos y martillos.
A Violeta Parra, luz alumbrada el 4 de octubre de 1917 (volver al 17)




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