Despierto, la fría mañana me recibe
el biruji golpea mi cara
al abrir la corroída ventana del garaje
que ahora me sirve de vividero.
Exiliada, de mí misma
por las ideas apocalípticas
Grogui, por el fuerte golpe del mañana
del “quizás”.
Y bueno, ¿qué más decir?
Falta el café matutino
y el cigarro indispensable
de una pobre universitaria
ex-soñadora compulsiva
interrumpida, por el apócope de su propia voz
enmudecidas, las melodías que desbordaban su corazón.
Ahora no es más que un bulto de huesos
que funciona por humo y cafeína.
El errante fantasma de la ansiedad
que vaga por ahí en busca de compañía
el desespero como consecuencia
de la voluble osadía.