Otra vez, otra mil vez retorno
al Sur y voy viajando
la larga línea dura,
la interminable patria custodiada
por la estatua infinita de la nieve,
hacia el huraño Sur donde hace años
me esperaban las manos y la miel.
Y, ahora,
nadie en los pueblos de madera. Bajo
la lluvia tan tenaz como la yedra,
no hay ojos para mí, ni aquella boca,,
aquella boca en que nacio mi sangre.
Ya no hay más techo, mesa, copa, muros,
para mí en la que fue mi geografía,
y eso se llama irse, no es un viaje.
Irse es volver cuando sólo la lluvia,
sólo la lluvia espera.
Y ya no hay puerta, ya no hay pan. No hay nadie.