Te llama el sur esta noche, te llama como nunca
el corazón secreto de la lluvia, te llama un perfume
dejado en la distancia y que regresa ahora.
¿Hay algo para el cuerpo que espera con nostalgia,
algo para su sed, para el canto que escapa;
hay algo, viene algo por el cielo, no oculta la cordillera
nuestra pregunta insomne, no guarda su pecho oscuro
la respuesta a ese tiempo que desde el mar avanza?
¿Es eso lo que recuerdas, es ese ser oculto que por las calles
canta,
es ese vagabundo que duerme en la basura,
con los zapatos rotos y la cara hacia el cielo,
en una horrible mueca?
¿Es eso lo que recuerdas, es eso que por las ramas
insiste en la primavera:
la joven esposa muerta, la huella de los hombres
en el parque mojado? ¿Era eso en la noche,
eran las luces secas de brillos petrificados
en las calles del lujo?
Para ti, tierra, las vidas de los hombres solitarios,
los niños harapientos jugando entre la lluvia,
los nombres, las fechas y las personas muertas;
para ti las tormentas, las colinas purpúreas,
las castañas en duros zurrones afilados,
las lámparas en grandes
habitaciones, los vientos,
los vientos sobre plazas desiertas,
mientras las hojas secas en el sediento asfalto
acumulan la futura lluvia que aparece.
Es cierto: porque cuando pasas sobre la noche;
cuando, sigilosamente, aparece la lluvia,
y recuerdo los seres que pasaron,
el calor de unas sienes doradas por el vino;
cuando cruza el otoño –rojo de furia triste–
por semáforos, autobuses, tiernas escalinatas,
¿hay algo en esa cara que interroga hacia el aire
de un día que soporta otro día lejano?
Para aquéllos las luces llenas de terciopelo,
las sibilinas voces de perfumes, las vagas
promesas de placer en cálidos recintos;
para ellos las noches de promesas ocultas,
las estampas de un invierno pasado,
el entierro lejano, el humo
sobre el parque. Papeles enloquecidos
caen hacia un otoño rabioso que se acerca.
Están sobre los puentes acumulando angustia,
el agua tiene secos reflejos afiebrados,
sus ojos se adormecen, fiebre y frío penetran
los ansiados retornos que por el río pasan.
¿Qué han perdido en las noches,
en la esquina poblada qué interrogan sus caras?
Hablan del mar cercano (el viento se estremece,
el viento cruza y pasa) y apretados esperan
un ayer imposible para un futuro incierto.
Tierra, tierra sobre deseos, sobre puentes y ramas,
sobre arenas desiertas, sobre pasos que mueren,
¿qué buscas, qué esperas
para alcanzar un rostro, un harapo, una mano quemada
por la moneda avara? ¿Es que esperas sus muertes
en la noche, sólo sus vidas hoscas
consumidas sin haber conocido
el hueco de un calor,
el sueño sin temores, el alba
por fin mágica y buena?