Fue en una lugar de mala vida y muerte,
Donde la conocí tan lucida y hermosa;
Y mis ojos de ella encantados decían:
Diviértete en su divinidad pecadora.
Gentil, la invite a tomarse un trago,
Mientras hablaba su labio exquisito;
Y de su boca bien perfumada salía
Fragancia de su aroma vino tinto.
Bastaron con unas sencillas miradas,
Y las palabras quedaron bien cortas;
Al filo de la ardiente lujuriosa cama
Besos apasionados, mártires gloria.
Mientras su mano calienta mi pecho,
Dentro de mi alma fría embriagante;
Un aceite de su cuerpo derramaba
De un suculento sudor tan excitante.
Oh carne, fruto del pecado maldito,
Tu que me llevaste a pecar mi vida;
Derramando tus dulces acaricias
Sobre la cosecha que has sembrado.
Dejaste tus pecado sobre mi cuerpo,
Oh gran martirio que dios mio;
En una vendita noche fui un esclavo
De una mujer de mil maravillas.
El poeta se siente algo extraño,
Ante la presencia de la desconocida;
Pero algo dentro de mi pensamientos
Decía, bésame mi amada mía.