Mi corazón parece más que una selva inmensa;
Llenos de árboles y frutos totalmente raros...
Las hojas parecen que vierten una melancolía,
¡Unas hojas de miel dulce, de conformes tallos!.
Entre las ramas floridas de este jardín inmenso;
Estoy lleno de ti, mis satisfactorias poesías...
Cómo un reguero de átomos puro de oro sólido,
Que vierten en mi ser unas fabulosas melodías.
De sentir entre el bosque, la voz de una floresta;
Que golpeaba la brisa del viento sus hojas...
¡Mis oídos son tímpanos de un río de orquesta,
Que va escribiendo, lo que escucha de su boca!.
Sus rosas coronadas como espinas de un Cristo;
Sangra su hiel como la armonía de un verso...
Que vaga eternamente su ternura en sus hojas,
Brisa de armonía, mi hermosa alma de romero.
Mi corazón parece más que una selva inmensa;
Que camina mi espíritu por la fiebre amorosa,
Mientras deshoja las hojas un arquero asesino:
¡Y vanamente me envía sus flechas dolorosas!.