Miguel Peñafiel

LA OTRA CARA DEL RELOJ Y LAS HORAS CONTADAS

La otra cara del reloj y las horas contadas

Sentía tantas ganas, ganas de muerte después de tantas horas desfallecidas de mi vida; y cuando por fin me decide mostrar la otra cara del reloj, comprendí que mi días estaban destinados a conocer el otro lado de lo desconocido, que sentía que las fuerzas ya me abandonaban. El ruido del segundero era los últimos sonidos que mis oídos registraron, después el murmullo de unas voces que pareció fundirse en el sueño eterno, que trajo a mi mente este oscuro pensamiento de abandonar las sendas que he seguido por largo tiempo. No quiero vivir entre el olvido y el llanto más decían, más quiero dormir eternamente antes que la muerte me someta; en el instante que cierre mis ojos. Tantos dolores, tantos sufrimientos y engaños, mentiras recientes, heridas causadas y reventadas de tanto abrirse a la existencia, mueran cazadas por la noche, aún cuando en el sueño todo más bien aparentara ser apacible a la vida eterna. Entonces mi visión recayó sobre la siete copas de los pecados fatales que estaba encima sobre mi mesa. Al principio me pareció ver a unos Ángeles que anunciaban la salvación de la espantosa y brusca ganas de muerte que mi espíritu por dentro sentía, pero luego comprendí que ninguna ayuda provenía de ellos. A lo lejos sentía como una melodía melancólica cruzaba la habitación para llegar a donde estaba sentado, escuché la nota de la canción y me pareció oír la canción del poema “El alma en los labios” de Medardo Ángel Silva. Como si llamándome tocará a la puerta de la razón. Entonces penetró en mi fantasía la noción que la tumba debía ser el lugar del más dulce descanso. El pensamiento vino poco a poco y sigiloso, de tal modo que así pude apreciarlo de algún modo, lo pensaba a cada segundo, a cada minuto, hasta hacerse la hora. Luego de tanto pensar me envolvió la más negra de las lluvias, todas mis sensaciones fueron arrastradas en una caída a profundidad, como si se tratará del pozo donde va a parar el Hades, y luego mis pensamientos no fue más que silencio calma y noche. Las melancólicas visiones que la mayoría no es capaz de ver; no suspirara mientras se respire la fragancia de una nueva flor, ni tampoco sentira exaltarse su mente ante el sentido de una cadencia musical que jamás había llamado antes su atención. También hablaban del vago horror que sentía mi corazón, a causa de la monstruosa soledad que en mi interior sentía. Los pensamientos perversos nuevamente le ganaron otra vez a mi espíritu; todo para mi era tan confuso, que sucedía así de rápido, y luego la rara sensación de la conciencia de existir sin pensamiento, sin cuerpo; algo que me ha durado un largo tiempo. Otra vez un violento deseo me acompañaba, que sin pensarlo dos veces estire la mano sobre una de las copas de los sietes pecados fatales, que cayó pesadamente sobre mi boca; escuchando nuevamente el sonido que hacían las manijas del reloj mientras me profundizaba en un largo y profundo sueño. Poniendo fin a todas las ilusiones que rompemos en la tela sutil de algún sueño. Trate de abrir los ojos pero ya era tarde para abrirlos, que sentí como las preocupaciones y todas las cosas crueles que me tenían atado a este mundo, ya no eran parte de mí. De alguna forma ya no estaba atado a lo terrenal, mientras trataba de imaginarme dónde me hallaba y que sería de mí.

Reserva derecho de autor.

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