La muerte de Shirley
TRAS LA TRAGICA MUERTE de una mujer tan bella, el cielo se oscurecía y el sol se ocultaba, extendiendo sobre los campos silenciosos la sombra de sus grandes alas azules; salpicadas de astros, mientras la noche avanzaba. En la antigua sala, se encontraba una doncella muerta de nombre Shirley, donde mantuvo los pretéritos días de su elegancia sobre la mesa, donde yacía su cuerpo extendido y desnudo en toda su belleza, entró luciendo su fresca figura y su largo cabello que colgaba de ella. Sus ojos quietos, sin luz, sin reflejar nada, era el final de un largo viaje hacia unas tierras desconocidas, como si fuera un cielo estrellado de otoño, tras la lluvia. Su alma temblaban como estremecidas aún del dolor de haber abandonado a su cuerpo, y una fragancia de lirios se sentía en el rostro enbellecido de la reina fantasma. Yo sentía en mi alma un dulce peso de lágrimas y emoción contenida, y en el horror se quejó un largo suspiro de miedo. No se que embriaguez de mi propia emoción me poseía en mi torpeza vencida por arrebato inspirado, de esa extraña pulsasiociones que me llevaron a interpretar la melancolía desoladora por tal semejante espontosa escena. Terminando el poema, bajo los estremecidos de no sé qué sueños, yacía en la penumbra contemplando por última vez el rostro de la mujer tan bella que había presenciado mi alma enajenada. Y ella, volviendo a mí los ojos, rebosantes de una pena infinita, me acarició con su negra mirada; y en su figura talle un lema que dice: “La muerte de una mujer hermosa es, sin duda, el tema más poético del mundo”.
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