Era un hombre miserable, pobre y viejo
Una vez, estuve perdido por falta de amor,
¡Estaba ciego y confundido!...
Ahora veo claramente con resplandor.
Su luz, me enseñó a ver y a temer,
Más que de la oscuridad temía,
Su rostro era como de fuego: de un sol
A la cual mis ojos de miedo veían.
Cuán preciosa gracia, iluminaba mi vida;
Por primera vez creí, que a mí llegó,
La salvación de mi esperanza pérdida
La fuerza que hace tiempo me dejo.
Sí, cuando mi carne y corazón fracasará,
Pensé que ya mi alma no tenía perdón,
Me equivoque y estoy aquí de frente
Delante de los pies, de mi buen señor.
Aunque la tierra se disuelva como la nieve,
Y el sol en su resplandor deje de brillar,
Pero he mi Dios aquí, llamándome
Me dice: no temas hijo, la tormenta cesará.