Miguel Peñafiel

EL SOL MÁS ALLÁ DE LAS ESTRELLAS

El sol más allá de las estrellas

Mi nombre es Miguel Ángel; no mencionaré mi apellido. Sin embargo ya lo conocéis, aunque te suene mi escrito muy atrevido. Pertenezco a una raza de antiguos misionarios, que por misión tienen la poesía enaltecer; la belleza desplegada sobre el ancho del horizonte, sorprendentes visionarios que te hiciste engrandecer. Y por último en la naturaleza de los libros, los recuerdos de los primeros de los que lo idearon; sus palabras tan tiernas, dulces y melancólica; que al marcharse dejaron una grieta abierta en el camposanto. Yo pertenezco a uno de esos, que el alma no tiene una existencia previa; más que suficiente razón tengo para justificar, y dado a la circunstancia de vivir doy por confirmada esta creencia. ¡Yo aquí nací, aquí morí y volví a vivir!... sin embargo una oleada de recuerdos expresivos y espirituales de dulces sonidos musicales por mi cerebro atraviesan, y aunque otros triste que no serán excluidos en mi memoria vaga; donde una sombra de recuerdos intenta mantenerse despierta. Mientras brille el sol de mi razón, no me importa lo que muchos de mi piensan; ¿lo negáis? Pero no discutire este punto con vos, ¡sobre los extraños dominios de la muerte y el pensamiento lo sé sólo yo!. No es raro que yo mirara con ojos desconocido esta época, donde no me siento conforme; pues es muy inseguro, lo que si estoy seguro que pertenezco a otra época, en donde alguna vez tuve por nombre llamarme: Medardo Ángel Silva, aquel ilustre niño poeta.

Mi infancia entre libros, entre realidad y entre la fantasía, hicieron de mi vida una juventud que disparará a un mundo lleno de ensoñaciones; pero si es raro que transcurrieran los años y que me encontrará con tales pensamientos intactos y conforme, las realidades terrenales al parecer no afectaron mis visiones. Mis extrañas ideas y mi locura por la muerte seguían dando su melodía fantasiosa, mientras que el mundo de mis sueños se tornaron realidades. En el pasto de mi existencia cotidiana, sigue mi alma sintiéndose sola. En busca de mi amada; Rosa Amada Villegas, rosa de la primavera que alguna vez deje de ver, esperando reencontrarme con su alma maravillosa. Rosa y yo crecimos juntos en nuestra vereda eterna, pero crecimos de distintas maneras; yo un poco enfermizo envuelto por la melancolía y el drama, pero con un corazón de desbordante sentimientos. Y ella; graciosa, ágil y sobre todo muy bella, casi podía dejarme sin fuerzas, yo encerrado en mí mismo y entregado mi corazón a la penosa meditación de elegir: ¡si era la muerte o era ella!. Pues decidí partir rumbo al camino desconocido, mi enfermedad debe ser relatada; entonces todo es misterio en una historia que ahora ya ha sido contada. La emperatriz iba y venía, en donde estaba yo; ella me encontraba, y al darme cuenta que la víctima era yo en esta historia, no me quedó más opción de hacer de ella un drama. Partir con esta historia, me habré ido satisfecho; pues he visto en mis visiones, que en todo el mundo me recordarán entre los muchos que me nombran.

Es más que probable que no se me entienda. Pero en verdad os digo que es posible otorgar el conocimiento total a nuestros grandes lectores, soñar días enteros con el perfume de una flor, repetir alguna hermosa palabra hasta que el sonido encuentre su ritmo. Movimiento absoluto con sentido gracias a la existencia de un largo tiempo, en las facultades mentales. Más no se me entienda mal. La excesiva intensa atención, para no confundirse con la meditación o explicación común a todos, especialmente a las personas de imaginación procedente. En este caso el soñador o el fanático, debe mantenerse siempre soñando; mantener sus ilusiones, sus sentimientos firme, para que no pierda la vista ni sus recuerdos cuando llegue el momento de cruzar el otro lado: ¡les he dado una pista, el resto deben buscarlo por su cuenta!. Si la meditación en el amor desaparece será un completo olvido, si el amor verdadero en uno prevalece; prevalecerán los recuerdos en la otra vida. Se comprenderán por su naturaleza imaginativa, cuya naturaleza me habré logrado explicar, conmovido por la ruina total de su hermosa y dulce vida, que otros han querido extrañar. Sería bastante fácil para los hombres, en cuanto a las mujeres tendrían que ser hombres; en fin ante mis ojos ya lo había visto para analizar ciertos detalles sobre el comportamiento de la vida. Es una imaginación excitada, sobre la influencia brumosa de la luz incierta; que en grises pensamientos envolvían la figura, de quien en vida otro fue, para llegar a tener por nombre Miguel Ángel.

Reserva derecho de autor.

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