Interesting Story, by Laura Muntz Lyall
Mario Benedetti

Ni colorín ni colorado

Buenos Aires, 3 de agosto (AF). Los dos niños uruguayos hallados en Chile días atrás fueron raptados en Argentina en septiembre de 1976, según la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos. Los niños son Anatole Boris y Eva Lucía Julien Grisonas. La abuela de los niños, María Angélica Cáceres de Julien, envió una carta a la APDH hace más de un año, para denunciar la desaparición de su hijo, esposa y dos hijos, durante una “operación policial” efectuada en su domicilio, situado en San Martín Arrabal, Noroeste de Buenos Aires.
(El Sol de México, 4 de agosto de 1979) Y la muerte es el último país que el niño inventa.
Raúl González Tuñón

Fue en Valparaíso donde reaparecieron
en pleno año internacional del niño
por fin sanos y salvos
con escasa y suficiente memoria

Eva Lucía y Anatole
niños del siglo veinte
habían mediado las naciones unidas
y fotógrafos, embajadas, arzobispos
y una vez confirmadas las identidades
y obtenido el aval indispensable
de burócratas y estados mayores
desde Montevideo fue a buscarlos la abuela
y es posible que todo vuelva a su cauce

pero ni colorín ni colorado
el cuento no se ha acabado

Valparaíso de terremotos y escaleras
donde cada escalón es una casa en ascuas
Valparaíso de marineros y mercados
y costas de agua helada y transparente
había acogido a Anatole y Eva Lucía
cuando en diciembre del setenta y seis
aparecieron en la plaza OHiggins
a la deriva y tomados de la mano

Valparaíso de acordeones y tabernas
y olor inconfundible a sal y muelles
con un mar que complica los adioses
pero se encrespa con las bienvenidas
la ciudad de las proas les dio pan y cobijo
y también una esponja con la ardua misión
de borrar los poquísimos recuerdos

pero ni colorín ni colorado
el cuento no se ha acabado

Anatole sí recuerda a la madre caída
no ha olvidado aquella sangre única
ni al padre escondiéndolos en la bañera
para salvarlos del oprobio y los tiros

pero ni colorín ni colorado
el cuento no se ha acabado

lo cierto es que Montevideo y Valparaíso
tienen más de un atributo en común
digamos la bruma y la nostalgia de los puertos
y esta oscura piedad en homenaje
al pobre año internacional del niño
que dentro de unos meses se termina

así pues no sería de extrañar
que antes de que culminen las celebraciones
y a fin de que la lástima sea simétrica
aparecieran en la plaza Zabala
o en villa dolores o en el prado
dos pequeños chilenos desgajados del mundo
y por fotógrafos, embajadas, arzobispos
comprobadas las identidades y obtenido
el aval de burócratas y estados mayores
viniera a recogerlos algún abuelo
a fin de reintegrarlos a su Valparaíso
que seguramente los habría de esperar
sin primavera sin canciones sin padres

pero ni colorín ni colorado
el cuento no se ha acabado.

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